La Cruz, camino de la tierra al cielo
Ave Crux, spes unica! El mundo está en llamas. El
incendio puede alcanzar también a nuestra casa. Pero en lo alto, por encima de
todas las llamas, se eleva la Cruz. Ellas no pueden quemarla. Ella es el camino
de la tierra al cielo. Quien la abraza con fe, con amor y esperanza, es llevado
hasta el seno de la Trinidad.
El mundo está en llamas. ¿Deseas apagarlas? Mira a la
Cruz. Desde el corazón abierto brota la sangre del Redentor. Ella apaga las
llamas del infierno. Haz libre tu corazón con el fiel cumplimiento de tu
profesión, entonces se derramará en tu corazón el caudal del Amor divino hasta
inundar y hacer fecundos todos los rincones de la tierra.
¿Oyes el gemir de los heridos en el campo de batalla del
Este y del Oeste?
Tú no eres médico, ni enfermera, y no puedes vendar sus
heridas.
Tú estás encerrada en tu celda y no puedes alcanzarlos.
¿Oyes la llamada agónica de los moribundos?
Tú quisieras ser sacerdote y estar a su lado.
¿Te conmueve el llanto de las viudas y de los huérfanos?
Tú quisieras ser un ángel consolador y ayudarles. Mira al
Crucificado.
Si estás esponsalmente unida a él en el auténtico
cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre su sangre preciosa. Unida a Él
eres omnipresente como Él. Tú puedes ayudar como el médico, la enfermera o el
sacerdote aquí o allí. En el poder de la Cruz puedes estar en todos los
frentes, en todos los lugares de aflicción; a todas partes te llevará tu amor
misericordioso, el amor del corazón divino, que en todas partes derrama su
preciosísima sangre, sangre que alivia, que santifica y que salva.
Los ojos del Crucificado te están observando,
interrogándote y poniéndote a prueba. ¿Quieres sellar de nuevo y con toda
seriedad la alianza con el Crucificado? ¿Cuál será tu respuesta?
Señor, ¿a dónde iremos? Tú sólo tienes palabras de vida
eterna.
Ave
Crux, spes unica
Edith
Stein
de Escritos Espirituales (BAC)
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