domingo, 29 de diciembre de 2013

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO, DIA DE LA SAGRADA FAMILIA

Ciudad del Vaticano, 29 de diciembre de 2013
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este primer domingo después de Navidad, la liturgia nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. De hecho, cada pesebre nos muestra a Jesús junto a la Virgen y San José en la gruta de Belén. Dios ha querido nacer en una familia humana, ha querido tener una madre y un padre como nosotros.
El Evangelio de hoy nos presenta a la Santa Familia en la vía dolorosa del exilio, buscando refugio en Egipto. José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por el miedo, la incertidumbre, la incomodidad (cf. Mt 2,13-15.19-23).

Por desgracia, en nuestros días, millones de familias pueden identificarse con esta triste realidad. Casi todos los días la televisión y los periódicos dan noticias de los refugiados que huyen del hambre, la guerra y otros graves peligros en busca de seguridad y una vida digna para ellos y sus familias. En tierras lejanas, incluso cuando encuentran trabajo, los refugiados y los inmigrantes no siempre encuentran una acogida verdadera, el respeto, el aprecio de los valores que llevan. Sus expectativas legítimas chocan con situaciones complejas y problemas que parecen insuperables a veces. Por lo tanto, mientras fijamos la mirada sobre la Santa Familia de Nazaret, cuando se ve obligada a convertirse en prófuga, pensemos en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y la explotación. Pero también pensemos en los "exiliados", yo los llamaría "exiliados escondidos", aquellos “exiliados” que puedan existir dentro de las propias familias: los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como un estorbo. Muchas veces pienso que un signo para saber cómo van las cosas en una familia es ver cómo son tratados los niños y los ancianos.
Jesús ha querido pertenecer a una familia que ha experimentado este tipo de dificultades, para que nadie se sienta excluido de la cercanía amorosa de Dios. La huida a Egipto a causa de las amenazas de Herodes nos muestra que Dios está allí donde el hombre se encuentra en peligro, donde el hombre sufre, donde se escapa, donde experimenta el rechazo y el abandono; pero también está donde el hombre sueña, espera regresar a su patria en libertad, proyecta y elige a favor de la vida y la dignidad de sí mismo y de sus familiares. Hoy nuestra mirada sobre la Santa Familia se deja atraer también por la simplicidad de la vida que esta lleva en Nazaret. Es un ejemplo que hace tanto bien a nuestras familias, ayudándoles a convertirse cada vez más en comunidades de amor y de reconciliación, en las que se experimenta la ternura, la ayuda mutua, el perdón mutuo.

Recordemos las tres palabras clave para vivir en paz y alegría en la familia: “permiso”, “gracias”, “perdón”. Cuando en una familia no se es entrometido, cuando en una familia no se es entrometido y se pide permiso, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir gracias, gracias, y cuando en una familia uno se da cuenta de que ha hecho algo malo y sabe pedir perdón, ¡en esa familia hay paz y hay alegría!
Recordemos estas tres palabras. Pero podemos repetirlas todos juntos. Permiso, gracias, perdón. Todos: Permiso, gracias, perdón.

Pero también quisiera animar a las familias a tomar conciencia de la importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad. El anuncio del Evangelio, de hecho, pasa sobre todo a través de las familias, para luego llegar a los diferentes ámbitos de la vida diaria.

Invoquemos con fervor a María Santísima, la Madre de Jesús y Madre nuestra, y a San José, su esposo. Pidámosles que iluminen, conforten y guíen a todas las familias del mundo, para que pueda cumplir con dignidad y serenidad la misión que Dios les ha confiado .
Al término de estas palabras, el santo padre rezó la oración del ángelus. Y al concluir la plegaria prosiguió:
Queridos hermanos y hermanas,
en el próximo Sínodo de los Obispos se abordará el tema de la familia, y la fase de preparación ya ha iniciado desde hace tiempo. Por eso hoy, fiesta de la Santa Familia, deseo confiar a Jesús, María y José este trabajo sinodal, rezando por las familias de todo el mundo. Os invito a uniros espiritualmente a mí en la oración que ahora recito:

Jesús, María y José,
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de obstinación y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.
Después de rezar esta oración inédita, escrita de su puño y letra, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el pontífice:
Dirijo un saludo especial a los fieles que están conectados con nosotros desde Nazaret, Basílica de la Anunciación, donde ha ido el secretario general del Sínodo de los Obispos; desde Barcelona, Basílica de ​​la Sagrada Familia Basílica, donde ha ido el presidente del Consejo Pontificio para la Familia; Loreto, Basílica Santuario de la Santa Casa. Y lo extiendo a los reunidos en diversas partes del mundo para otras celebraciones en las que los principales protagonistas son las familias , como la de Madrid.

Por último, saludo con afecto a todos los peregrinos aquí presentes, ¡especialmente a las familias! Sé que hay de la comunidad de rumanos en Roma. Saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, venidos de varios países, y al resto de los jóvenes, incluidos los grupos de la diócesis de Milán, Como, Lodi, Padua, Vicenza y Concordia-Pordenone. Saludo a los chicos de Curno y Calcinate con sus catequistas, los fieles de Salcedo, Carzago Riviera, San Giovanni in Persiceto y Modica.
Y concluyó, como de costumbre:
Os deseo a todos una hermosa fiesta de la Sagrada Familia, un buen domingo y una buena comida. ¡Hasta pronto!

domingo, 22 de diciembre de 2013

ANGELUS PADRE FRANCISCO,IV domingo de Adviento , 22 de diciembre 2013


 Plaza de San Pedro 
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

En este cuarto domingo de Adviento, el Evangelio nos habla de los acontecimientos que precedieron al nacimiento de Jesús, el evangelista Mateo los presenta desde el punto de vista de San José, el prometido de la Virgen María.
José y María vivían en Nazaret, no vivían juntos, sin embargo, debido a que el matrimonio no se había completado.Mientras tanto, María, tras dar la bienvenida al anuncio, quedó embarazada por el Espíritu Santo. Cuando José se da cuenta de este hecho, queda desconcertado. El Evangelio no explica cuáles fueron sus pensamientos, pero no nos dice lo que es esencial: él trata de hacer la voluntad de Dios y está dispuesto a renunciar más radical. En lugar de defenderse y hacer valer sus derechos, Joseph escoge una solución que representa un enorme sacrificio para él. Y el Evangelio dice: "Porque él era un hombre justo y no quería acusarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto" (1:19).

Esta breve frase resume un verdadero drama interior, si pensamos en el amor que sentía por José María! Pero incluso en tal circunstancia, Joseph intenta hacer la voluntad de Dios y decidir, sin duda, con gran dolor, para despedir a María en secreto. Debemos meditar en estas palabras, para entender cuál era la evidencia de que José tuvo que soportar en los días que precedieron al nacimiento de Jesús una prueba similar a la del sacrificio de Abraham, cuando Dios le pidió a su hijo Isaac (cf.   Gen 22) : renunciar a la cosa más preciosa, la persona más querida.
Pero, como en el caso de Abraham, el Señor intervino: encontró la fe que se abre y se optó por una ruta diferente, un camino de amor y felicidad ", Joseph - dice - no tenga miedo de tomar a María por esposa. De hecho, el niño es concebido en ella es del Espíritu Santo "( Mt 01:20).
Este Evangelio nos muestra la grandeza de alma de San José. Estaba siguiendo un buen plan de vida, pero Dios le reservaba otro diseño, una misión más grande. José era un hombre que siempre dio escuchar la voz de Dios, profundamente sensible a su voluntad secreta, un hombre atento a los mensajes que vienen desde el corazón y desde arriba. No fue tan terco como para dedicarse a su proyecto de vida, no permitió que el resentimiento para envenenar el alma, pero estaba dispuesto a poner a disposición de la noticia de que, desconcertantemente, él se presentó. Y "bien, él era un buen hombre. No odiaba, y no permitió que el resentimiento para envenenar el alma.Pero ¿cuántas veces no nos gusta, disgusta, así, el resentimiento nos envenena el alma! Y eso duele. No vuelvas a permitir que esto: es un ejemplo de esto. Y así, José se ha convertido en aún más libre y grande. Acepte a cada uno según el plan del Señor, Joseph se encuentra plenamente, más allá del yo. Esta libertad para renunciar a lo que es de él, aferrándose a su propia existencia, y que su plena disponibilidad a la voluntad interna de Dios, nos desafían y nos muestre el camino.
Entonces tenemos que celebrar la Navidad contemplando a María ya José, María, llena de gracia, la mujer que tuvo el coraje de confiar totalmente en la Palabra de Dios, José, el hombre fiel y justo, que prefería creer en el Señor en vez de escuchar voces de la duda y de la soberbia humana. Con ellos, caminamos juntos hacia Belén.

Después del Ángelus
Leí allí, gran escrito: "Los pobres no pueden esperar". Es agradable! Y esto me hace pensar que Jesús nació en un establo, no nació en una casa. Después de haber escapado, para ir a Egipto para salvar su vida. Finalmente, regresó a su casa en Nazaret. Y creo que hoy en día, incluso la lectura de un escrito, en muchas familias sin hogar, ya sea porque nunca tuvieron ella, ya sea porque han perdido por muchas razones. Familia y de la casa van de la mano. Es muy difícil seguir adelante sin una familia que vive en una casa. En estos días de Navidad, os invito a todos - individuos, las entidades sociales, las autoridades - de hacer todo lo posible para asegurar que cada familia puede tener un hogar.

Saludo con afecto a todos vosotros, queridos peregrinos de varios países a participar en este encuentro de oración. Mi pensamiento se dirige a las familias, los grupos religiosos, las asociaciones y los creyentes individuales. En particular, saludo a la comunidad del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, la banda de música de San Giovanni Valdarno, los chicos de la parroquia de St. Francis en Nueva Rieti, y los participantes en el relevo partieron de Alejandría y llegaron a Roma para presenciar el compromiso con la paz en Somalia.
Para los de Italia se reunieron hoy para demostrar su compromiso social, deseo hacer una contribución constructiva, rechazando las tentaciones de la confrontación y de la violencia, y siempre siguiendo el camino del diálogo, la defensa de los derechos.
Les deseo a todos un buen domingo y una Navidad de la esperanza, la justicia y la fraternidad. Buena comida y adiós!

sábado, 21 de diciembre de 2013

horarios de Navidad

Les ofrecemos los horarios que durante estos días de Navidad vamos a tener en el Monasterio. 
Pueden verlo en la pestaña de "Próximos Eventos"

NUESTRA FELICITACIÓN


Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, para que recibiéramos la adopción filial  (Gal 4, 4-5).

Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas (Evangelii gaudium, n. 186).

María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización (Evangelii gaudium, n. 288).

Unidas a María, Madre de la Humanidad y Madre de Jesucristo, Dios-Palabra hecha carne, os ofrecemos nuestra oración, especialmente en estas fiestas de la Navidad.
   Dominicas  Contemplativas  de  Vitoria
                  
                www.dominicasdevitoria.org

domingo, 15 de diciembre de 2013

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO: la alegría del cristiano es saberse acogido y amado por Dios


Ciudad del Vaticano, 15 de diciembre de 2013 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy es el tercer domingo de Adviento, llamado también domingo Gaudete, domingo de la alegría. En la liturgia resuena más veces la invitación a estar contento, a alegrarse. ¿Por qué? Por que el Señor está cerca. La Navidad está cerca. El mensaje cristianos se llama Evangelio, es decir, Buena Noticia. Un anuncio de alegría para todo el pueblo. 

La Iglesia no es un refugio para gente triste. La Iglesia es la casa de la alegría. Y aquellos que están tristes encuentran en eso la alegría, encuentra en ella la verdadera alegría. Pero esa del Evangelio no es alegría cualquiera. Encuentra su razón en el saberse acogidos y amados por Dios, como nos recuerda el profeta Isaías. Dios es Él que viene a salvarnos, y presta ayuda especialmente a los perdidos de corazón. Su llegada en medio a nosotros nos fortalece, da fuerza, da valor, hace regocijarse y florece el desierto y la estepa, es decir nuestra vida cuando se hace árida. ¿Y cuándo se hace árida nuestra vida? Cuando está sin el agua de la Palabra de Dios y de su Espíritu de amor. Por más grandes que sean nuestro límites y nuestras pérdidas, no se nos permite estar débiles y vacilantes frente a las dificultades y a nuestras mismas debilidades.

Por el contrario, se nos invita a fortalecer las manos, hacer firmes las rodillas, para tener coraje y no temer, porque nuestro Dios nos muestra siempre la grandeza de su misericordia. Él nos da la fuerza para ir adelante. Él está siempre con nosotros para ayudarnos a ir adelante. Él es un Dios que nos quiere mucho. Nos ama. Y por esto está con nosotros para ayudarnos, para fortalecernos e ir adelante. ¡Ánimo! Siempre adelante. Gracias a su ayuda nosotros podemos recomenzar siempre de nuevo. ¿Cómo recomenzar de nuevo? Alguno puede decirme: 'no padre, yo he hecho tantas, soy un gran pecador, una grande pecadora, yo no puedo recomenzar de nuevo'. Te equivocas, tú puedes recomenzar de nuevo. ¿Por qué? Porque Él te espera, Él está cerca de ti, Él te ama. Él es misericordioso. Él te perdona. Él te da la fuerza de recomenzar de nuevo. A todos. Seamos capaces de reabrir los ojos, superar tristezas y llanto y entonar un canto nuevo. Y esta alegría verdadera permanece también en la prueba, también en el sufrimiento, porque no es superficial, pero baja a la profundo de la persona que se fía de Dios y confía en Él.

La alegría cristiana, como la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, en la certeza que Él mantiene siempre sus promesas. El profeta Elías exhorta a aquellos que han perdido el camino y se encuentran en la desesperación a confiar en la fidelidad del Señor, porque su salvación no tardará en irrumpir en su vida. Cuantos han encontrado a Jesús a lo largo del camino, experimentan en el corazón una serenidad y una alegría de la que nada ni nadie podrá privarlos. Nuestra alegría es Jesucristo, ¡su amor es fiel e inagotable! Por eso, cuando un cristiano se convierte en triste, quiere decir que se ha alejado de Jesús. ¡Pero entonces no podemos dejarle solo! Es necesario rezar por él y hacerle sentir el calor de la comunidad.
La Virgen María nos ayuda a acelerar el paso hacia Belén, para encontrarnos con el Niño que ha nacido por nosotros, por la salvación y la alegría de todos los hombres. A ella el Ángel le dijo: "Alégrate llena de gracia: el Señor está contigo". Ella nos ayuda a vivir la alegría del Evangelio en la familia, el trabajo, la parroquia y en cualquier ambiente. Una alegría íntima, hecha de maravilla y de ternura. Esa que siente una madre cuando mira  a su hijo recién nacido, y siente que es un regalo de Dios, '¡un milagro por el que dar gracias!"

Al finalizar estas palabras, el santo padre ha rezado la oración del Ángelus. Y al concluir, continuó:

Queridos hermanos y hermanas, lo siento que estáis bajo la lluvia, pero yo estoy con vosotros desde aquí. Sois valientes ¿eh? ¡Gracias!
Hoy el primer saludo está reservado a los niños de Roma. ¿Dónde están? ¡Buenos! Venidos por la tradicional bendición de las figuras del Niño Jesús, organizada por los Centros de Oratorios Romanos. Queridos niños, cuando recéis delante de vuestro Belén, acordaros también de mí, como yo me acuerdo de vosotros. Os doy las gracias y ¡feliz Navidad!

Saludo a las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones, y a los peregrinos procedentes de Roma, de Italia y de tantas partes del mundo, en particular de España y de Estado Unidos de América. Con afecto saludo a los chicos de Zambia y les deseo que se conviertan en "piedras vivas" para construir una sociedad más humana. Extiendo este deseo a todos lo jóvenes aquí presentes, especialmente a los de Piscopio y Gallipoli y a los universitarios lucanos de Acción Católica.

Saludo a los Coros de Vicenza, el Aquila y Mercado San Severino; los fieles de Silvi Marina y San Lorenzello; como también a los socios del CRAL Telecom con sus familiares.

A todos vosotros os deseo feliz domingo y buena comida ¡Hasta pronto!

miércoles, 11 de diciembre de 2013

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO, Miércoles 4 de diciembre de 2013


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:

Hoy voy a comenzar la última serie de reflexiones sobre nuestra profesión de fe, tratando la afirmación: "Creo en la vida eterna". En particular, voy a reflexionar sobre el juicio final. Pero no tenemos que tener miedo: oigamos lo que dice la Palabra de Dios. Al respecto, leemos en el Evangelio de Mateo: entonces Cristo ‘vendrá en su gloria rodeado de todos los ángeles…Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.... éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna’ ( Mt 25,31-33.46 ).

Cuando pensamos en el regreso de Cristo y a su juicio final, que revelará, hasta sus últimas consecuencias, lo que cada uno haya hecho o dejado de hacer durante su vida terrena, percibimos que estamos ante un misterio que nos supera, que ni siquiera podemos imaginar. Un misterio que despierta casi instintivamente en nosotros un sentimiento de temor y quizás incluso trepidación. Sin embargo, si pensamos con atención acerca de este hecho, sólo puede agrandar el corazón de un cristiano y ser una gran fuente de consuelo y confianza.

En este sentido, el testimonio de las primeras comunidades cristianas es muy sugerente. Éstas de hecho, acompañaban las celebraciones y oraciones habitualmente con la aclamación Maranathá, una expresión que consta de dos palabras en arameo que, dependiendo de la forma en que se pronuncian, se pueden entender como una súplica: ‘¡Ven, Señor’, o como una certeza alimentada por la fe: ‘Sí, Señor viene, el Señor está cerca’. Es la exclamación en la que culmina toda la Revelación cristiana, al final de la contemplación maravillosa que se nos ofrece en el Apocalipsis de Juan (cf. Ap 22,20).
En ese caso, es la Iglesia-esposa que, en nombre de toda la humanidad y, como primicia, se dirige a Cristo, su esposo, ante la deseada espera de ser envuelta en su abrazo: el abrazo de Jesús, que es plenitud de vida y plenitud de amor. Así se abraza a Jesús. Si pensamos en el juicio en esta perspectiva, el miedo y la duda desaparecen y dejan espacio a la espera y a una profunda alegría: será el momento en que seremos juzgados finalmente, listos a ser revestidos con la gloria de Cristo, como con un vestido nupcial, y llevados al banquete, imagen de la comunión plena y definitiva con Dios.

Una segunda razón de confianza se nos ofrece por la constatación de que, en el momento del juicio no se nos dejará solos. Es el mismo Jesús, en el Evangelio de Mateo, el que nos anuncia, que al final de los tiempos, los que le han seguido tomarán su lugar en la gloria para juzgar junto a él ( cf. Mt 19,28) . El apóstol Pablo después, escribiendo a la comunidad de Corinto, dice: ‘¿No saben ustedes que los santos juzgarán al mundo? Con mayor razón entonces, los asuntos de esta vida’. (1 Cor 6,2-3).
¡Qué hermoso saber que en ese momento, además de Cristo, nuestro Paráclito, nuestro Abogado ante el Padre (cf. 1 Jn 2:1), podremos contar con la intercesión y buena voluntad de tantos de nuestros hermanos y hermanas que nos han precedido el camino de la fe, que han dado su vida por nosotros y que continúan amándonos de manera indescriptible!

Los santos ya viven ante la presencia de Dios, en el esplendor de su gloria orando por nosotros que aún vivimos en la tierra. ¡Qué consuelo despierta en nuestros corazones esta certeza! La Iglesia es verdaderamente una madre y como una mamá, busca el bien de sus hijos, especialmente los más alejados y afligidos, hasta que encuentre su plenitud el cuerpo glorioso de Cristo con todos sus miembros.
Otra sugerencia se nos ofrece en el Evangelio de Juan, donde se afirma explícitamente que "Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por medio de él. El que cree en él no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el unigénito Hijo de Dios" ( Jn 3:17-18 ).

¿Qué significa entonces que el juicio final ya está en marcha, que empieza ahora en el curso de nuestra existencia. Este juicio se pronuncia en cada momento de la vida, como reflejo de nuestra aceptación con fe de la salvación presente y operante en Cristo, o con nuestra incredulidad, con el consiguiente cierre en nosotros mismos. Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos los que nos condenamos.
La salvación está en abrirse a Jesús, y Él nos salva; si somos pecadores –y todos lo somos– le pedimos perdón y si vamos a Él con el deseo de ser buenos, el Señor nos perdona. Pero para ello hay que abrirnos al amor de Jesús, que es más fuerte que todas las otras cosas. El amor de Jesús es grande, el amor de Jesús es misericordioso, el amor de Jesús perdona, pero tienes que abrirte y abrirte significa arrepentirse, acusarnos de cosas que no son buenas y que hicimos.

El Señor Jesús nos ha dado y sigue entregándose a nosotros, para colmarnos de toda la misericordia y la gracia del Padre. Somos nosotros, pues, los que podemos llegar a ser, en cierto sentido, los jueces de nosotros mismos, auto condenándonos a la exclusión de la comunión con Dios y con los hermanos.
No nos cansemos, por lo tanto de velar por nuestros pensamientos y nuestras actitudes, para gustar ya ahora con anticipo la calidez y la belleza del rostro de Dios –y esto va a ser hermoso– que contemplaremos en la vida eterna en toda su plenitud.

Adelante, piensen en este juicio que ya comenzó ahora. Adelante, asegurándose de que nuestro corazón se abra a Jesús y a su salvación; adelante sin miedo, porque el amor de Jesús es más grande y si pedimos perdón por nuestros pecados, Él nos perdona. ¡Es así Jesús! ¡Adelante, pues, con esta certeza, que nos llevará a la gloria de los cielos!

martes, 10 de diciembre de 2013

El fundador de los claretianos pasó por Vitoria y dejó huella


Casi a los 205 años exactos de su nacimiento (23 de diciembre de 1807) Vitoria-Gasteiz recuerda con un aplaca conmemorativa el paso de un santo fundador por tierras de Gasteiz:Antonio María Claret, fundador de los conocidos popularmente como “claretianos”.

Así, el 21 de diciembre se llevará a cabo la bendición de una placa conmemorativa de la presencia de Claret en el monasterio de las dominicas el 11 de septiembre de 1866. El acto consistirá en una eucaristía a las 12 del mediodía y la posterior bendición de la placa.

La vida de quien fuera llamado para ser el confesor personal de Isabel II tiene retazos en su biografía que lo vinculan al País Vasco, a sus tierras y gentes. De ello se hace eco el claretiano Jesús María Alday en varias publicaciones, siendo la más específica una que titula: “Un santo por tierras alavesas, Antonio María Claret". En ella recoge el contacto con misioneros vascos durante su etapa como arzobispo en Cuba y sigue el rastro de Claret por tierras de Euskal Herria.

De entre las visitas que hizo a lo largo del año 1866 por tierras vascas destaca su paso por Loiola, ya que en sus inicios la vocación jesuítica fue una de las opciones barajadas en su proyección religiosa.
El paso por la Vitoria de aquellos años, una pequeña ciudad de 19.000 habitantes, fue fugaz, pero sonada. Claro que no tanto por el futuro santo, como por la personalidad a la que acompañaba. Su paso por Vitoria fue motivado por su labor como confesor de Isabel II. Alday recoge en su libro con detalle los fastos y excesos en el recibimiento a la reina, y también una descripción de la estampa vitoriana de mediados del s.XIX. 

Mientras la ciudad agasajaba a su ilustre invitada el fundador de los claretianos dedicaba su tiempo a “su misión”, predicar el evangelio allí donde podía. Alday recoge la crónica del ilustre canónigo D. Vicente Manterola, en la que se hace eco de esta prolija labor apostólica del santo catalán: “Ha predicado a las tres Comunidades religiosas, al clero, a los ordenandos, a los acogidos en la Real casa de Misericordia, a los pobres presos en la cárcel, a los enfermos del santo Hospital, a las Señoras de las Conferencias (de San Vicente de Paúl) y a todo el pueblo, en fin, de Vitoria, reunido en la parroquia de San Miguel, a la caída de la tarde del martes último, 11 de septiembre. En cada uno de sus sermones, ha empleado el tiempo de una hora, poco más o menos. No olvidemos que el Sr. Claret, acompanando a la Corte, se ha detenido aquí 66 horas, y podemos calcular qué tiempo se habrá reservado para su descanso este hombre admirable, este Varón apostólico”.  

El paso por el Convento de la Santa Cruz, lugar donde se instalará la placa conmemorativa, se conoce gracias a una carta que una religiosa dominica de dicho monasterio enviara a sus hermanas del Convento de San Blas, en Lerma, (Burgos). La religiosa se refería a la visita en los siguientes términos: “Reverenda Madre Priora: Persuadida del gusto que usted recibirà en que me tome el trabajo de poner por escrito lo que en la tarde feliz del día 11 de septiembre del año 1866 nos dijo de palabra el Excmo. Señor D. Antonio Claret, quiero complacerla, a fin de que nos aprovechemos todas. Tendrá que ser sin pies ni cabeza; pero la confianza de que va dirigida a una Madre y hermanas me anima. 

Sobre las cuatro y media de dicha tarde se presentó el expresado señor en la reja de la sacristía. Después de un breve saludo, nos dijo: “Supuesto que la divina Providencia me ha conducido a este convento, acostumbro en los demás [a los] que voy dirigir mi palabra a las Religiosas”. Y diciéndole el gusto que en ello tendríamos nosotras también, se arrodilló, hizo la señal de la cruz, invocó al Espíritu Santo, además rezó tres avemarías, empezó a decirnos: “La voluntad de Dios es que seamos santos, que para conseguirlo uno de los medios más necesarios es la oración; que la vocal es como tiro de fuego que hace ruido, mas no siempre consigue herir o matar; mas la mental, figurada al arma blanca, ésta infaliblemente o hiere o mata; que nosotras, manejando bien las dos, conseguiríamos lo que él con su predicación;…” la carta continua reproduciendo algunas de las palabras del santo a las religiosas.

Cotejando datos, el claretiano, Jesús Maria Alday deduce, con argumentos, que Antonio María Claret estuvo al tanto de las gestiones llevadas a cabo para la creación de la diócesis de Vitoria y apunta una posible mediación con las autoridades políticas del momento tanto para el proceso como para la designación de su primer obispo, mons. Mariano Alguacil. Este papel se quiso años más tarde fuera reconocido en la iconografía de las vidrieras de la Nueva Catedral pero la petición no fue aceptada, aunque sí consta que en el ara de la catedral se encuentran unas reliquias de este santo, quizá a modo de discreto reconocimiento.

Y, cerrando este repaso de algunos retazos biográficos de Antonio María Claret que lo vinculan a estas tierras vascas citar que uno de los dos milagros presentados en su proceso de canonización estaba localizado en Bilbao.

Non solum sed etiam

El próximo 21 de diciembre las hermanas dominicas tributarán un homenaje a uno de los grandes santos de la Iglesia de los últimos siglos. La excusa, una sencilla visita a su convento y una hora de plática a las hermanas. Pero Claret dejó mucho más en Vitoria y justo es reconocérselo, aunque sea a los 205 años de su paso por aquí.

Sin duda que la presencia de Claret merece un sentido homenaje pero la oportunidad ha de ser para reconocer no solo al fundador, sino también a “sus hijos” la labor desempeñada en estas tierras. Por ello, y con el permiso de su autor, Jesús Mari Alday, me permito copiar literalmente otro párrafo de su trabajo anteriormente citado: “La capital alavesa había sido atractivo de fundación claretiana; repetidas veces hablado y proyectado, pero no efectuado hasta 1972 en que un grupo de jóvenes seminaristas llegaban a Gasteiz para cursar teologia en la Facultad del seminario diocesano. Su presencia provisional en un pabellón del convento de Religiosas Salesas, daría paso al año siguiente al alquiler de una casa independiente, tipo chalet, en la calle Elvira Zulueta, n. 12, que serviría de noviciado. Durante estos años la comunidad claretiana en Gasteiz se ha dedicado prioritariamente a la formación de jóvenes misioneros, abriéndose desde su pequeña residencia a las inquietudes de la diócesis y de la ciudad en un momento tan importante de su historia. En 1978 se dejó la casa de la calle Elvira Zulueta para habilitar la nueva residencia, ubicada a pocos metros de la anterior, en el Paseo Fray Francisco de Vitoria, n. 13.

Araba parecía estar destinada a la formación de misioneros claretianos: primero en Agurain y luego en Gasteiz. El numerosímo noviciado de 1920, que abarcaba la gran Provincia de Castilla, se había convertido en una recoleta pero viva comunidad formativa de la Provincia claretiana de Euskalerria. Actualmente la comunidad atiende pastoralmente la parroquia de San Pablo, en el barrio de Ariznavarra y la animación del servicio de la Palabra.

Hoy, la presencia claretiana continua en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa e Nafarroa. Muchos han sido los claretianos nacidos en estos territorios que han llevado y siguen llevando el celo misionero de Claret por todo el mundo: hermanos albañiles y carpinteros, predicadores, misioneros, músicos, euskerólogos, profesores prestigiosos, obispos, hasta un cardenal (Arcadio María Larraona),etc.

 Fuente:Periodista digital

miércoles, 4 de diciembre de 2013

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO,Miércoles 4 de diciembre de 2013

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy volvemos sobre la afirmación: «Creo en la resurrección de la carne». Esto no es fácil de entender estando inmersos en este mundo, pero el Evangelio nos lo aclara: el que Jesús haya resucitado es la prueba de que la resurrección de los muertos existe. Ya la fe en Dios, creador y liberador de todo el hombre – alma y cuerpo–, abre el camino a la esperanza de la resurrección de la carne.

Esta esperanza se cumple en la persona de Jesús, que es «la resurrección y la vida» (Jn 11,25); que nos ha tomado con él en su vuelta al Padre en el Reino glorioso. La omnipotencia y la fidelidad de Dios no se detienen a las puertas de la muerte. Cristo está siempre con nosotros, viene cada día y vendrá al final. Entonces él resucitará también nuestro cuerpo en la gloria, no lo devolverá al mundo terrenal. Viviendo de esta fe, seremos menos prisioneros de lo efímero, de lo pasajero. Esta transfiguración de nuestro cuerpo se prepara ya en esta vida por el encuentro con Cristo Resucitado, especialmente en la Eucaristía, en la que nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre. En cierto modo, ya ahora resucitamos, participamos por el Bautismo de una vida nueva, del misterio de Cristo muerto y resucitado. Tenemos una semilla de resurrección, un destello de eternidad, que hace siempre toda vida humana digna de respeto y de amor.

 Saludos
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, venidos de España, Argentina, Perú, Venezuela y otros países latinoamericanos. Que todos demos testimonio alegre de esa condición de vida eterna hacia la que caminamos.
Muchas gracias.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Ángelus del Papa Francisco 1 de diciembre 2013

I Domingo de Adviento

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Comenzamos hoy, Primer Domingo de Adviento, un nuevo año litúrgico, es decir un nuevo camino del Pueblo de Dios con Jesucristo, nuestro Pastor, que nos guía en la historia hacia el cumplimiento del Reino de Dios. Por esto este día tiene un atractivo especial, nos hace experimentar un sentimiento profundo del sentido de la historia. Redescubrimos la belleza de estar todos en camino: la Iglesia, con su vocación y misión, y la humanidad entera está en camino, los pueblos, las civilizaciones, las culturas, todos en camino a través de los senderos del tiempo.

Pero ¿en camino hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Y cuál es esta meta? El Señor nos responde a través del profeta Isaías. Y dice así: “Sucederá en días futuros que el templo del Señor será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: ‘Vengan, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos’”. (2, 2-3).
Esto es lo que dice Isaías sobre la meta hacia la que vamos. Es una peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén, donde surge el templo del Señor, porque desde allí, de Jerusalén, ha venido la revelación del rostro de Dios y de su ley. La revelación ha encontrado en Jesucristo su cumplimiento, es el “templo del Señor”, Jesucristo. Él mismo se ha vuelto el templo, el Verbo hecho carne: es Él la guía y al mismo tiempo la meta de nuestra peregrinación, de la peregrinación de todo el Pueblo de Dios; y a su luz también los demás pueblos pueden caminar hacia el Reino de la justicia y hacia el Reino de la paz. Dice además el profeta: “Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra” (2, 4).
Me permito de repetir esto que dice el profeta, escuchen bien: “Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra”. ¿Pero cuándo sucederá esto? Qué hermoso día será ese en el que las armas sean desarmadas, para ser transformadas en instrumentos de trabajo. ¡Qué hermoso día será éste! Y esto es posible. Apostemos a la esperanza. La esperanza de una paz. Y será posible.

Este camino no ha concluido. Como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de volver a partir, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Ese es el horizonte para hacer un buen camino. El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. ¡Una esperanza que no decepciona sencillamente porque el Señor no decepciona jamás! Él es fiel, Él no decepciona. ¡Pensemos y sintamos esta belleza!
El modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida, es la Virgen María. ¡Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de Dios! En su seno, la esperanza de Dios ha tomado carne, se ha hecho hombre, se ha hecho historia: Jesucristo. Su Magníficat es el cántico del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y las mujeres que esperan en Dios, en el poder de su misericordia. Dejémonos guiar por Ella, que es Madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar por Ella en este tiempo de espera y de vigilancia activa.

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy es la Jornada Mundial de lucha contra el HIV/SIDA. Expresemos nuestra cercanía a las personas que padecen, en especial a los niños. Una cercanía que es muy concreta por el compromiso silencioso de tantos misioneros y agentes. Recemos por todos, también por los médicos e investigadores. Que cada enfermo, sin exclusión alguna, pueda acceder a los cuidados que necesita.
Saludo con afecto a todos los peregrinos presentes. A las familias, las parroquias y las asociaciones. En particular, saludo a los fieles provenientes de Madrid, al Coro “Florilège” de Bélgica, al grupo “Familias Unidas” de Solofra y a la Asociación artística obrera de Roma.
Saluto i fedeli di Bari, Sant’Elpidio a Mare, Pollenza e Grumo Nevano.

A todos os deseo un buen inicio del Adviento.