Plaza de San Pedro
Queridos hermanos y hermanas
En el Credo profesamos la fe en «la Iglesia, que es una». En
efecto, la Iglesia es única y es en sí misma unidad, aunque esté esparcida por
todo el mundo y haya muchas diversidades. Lo hemos visto en la reciente Jornada
Mundial de la Juventud en Río de Janeiro: tantos rostros, tantas lenguas,
tantos lugares de proveniencia, pero una sola Iglesia, como una gran familia,
unidos como hermanos en una misma fe y esperanza, en la caridad y en los sacramentos,
en el ministerio apostólico instituido por Cristo.
¿Vivimos así, o estamos
encerrados en nosotros mismos o en nuestro propio grupo? ¿Nos preocupamos por
los demás, aunque estén lejos? ¿Rezamos por ellos? A veces surgen tensiones y
conflictos que hieren la unidad de la Iglesia, pero somos nosotros quienes las
provocamos. Por eso hay que fomentar siempre la comunión en todos los ámbitos
de la vida para crecer en la unidad que Dios nos da, y también para favorecer
el camino ecuménico. Y, como esta unidad no es fruto de acuerdos humanos, sino
obra del verdadero artífice, el Espíritu Santo, hemos de pedirla con
perseverancia en la oración.
Saludos
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en
particular a la comunidad del Colegio Mexicano de Roma, a las peregrinaciones
diocesanas de Tarazona, con su Obispo Eusebio Hernández, y de Tortosa, con su
Obispo, Enrique Benavent, así como a los demás grupos venidos de España,
Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México y otros países
latinoamericanos.
Muchas gracias.
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