«Queridos hermanos y hermanas, mi pensamiento va de manera
particular a la amada tierra de Ucrania, que hoy celebra su fiesta nacional, a
todos sus hijos e hijas, a sus deseos de paz y serenidad amenazados por una situación
de tensión y de conflicto que no indica querer disminuir, generando tanto
sufrimiento entre la población civil.
Confiamos toda esta nación al Señor Jesús
y a la Virgen, y rezamos unidos especialmente por las víctimas, sus familiares
y por todos los que sufren.
He recibido una carta de un obispo que me cuenta todo este
dolor. Recemos juntos a la Virgen por esta amada tierra de Ucrania, en el día
de su fiesta nacional. Ave María... Reina María de la Paz.
Saludo cordialmente a todos los peregrinos romanos y a los
que llegan desde diversos países, en particular a los fieles de Santiago de
Compostela (España), los niños de Maipú (Chile), i los jóvenes de Chiry-
Ourscamp (Francia) y a todos los que participan al encuentro internacional
promovido por la diócesis de Palestrina.
Saludo con cariño a los nuevos seminaristas del Pontificio
Colegio Norteamericano, que llegaron a Roma para realizar estudios teológicos.
Saludo a los 600 jóvenes de Bérgamo, que a pié junto a su
obispo, llegaron a Roma desde Asís. O sea de Francisco a Francisco, como está
escrito allí (en un pasacalle nrd). Son buenos ustedes los bergamasgos.
Anoche uno de los obispos que les acompañan me ha contado
como han vivido estos días de peregrinación. Queridos jóvenes, vuelvan a casa
con el deseo de dar testimonio a todos sobre la belleza de la fe cristiana.
Saludo a los jóvenes de Verona, Montegrotto Terme y del Valle Liona, así como a
los fieles de Giussano y Bassano del Grappa.
Y a todos les deseo “buona domenica” y “buon pranzo”,
"Arrivederci"».
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