Queridos hermanos y hermanas:
Hoy volvemos sobre la afirmación: «Creo en la resurrección
de la carne». Esto no es fácil de entender estando inmersos en este mundo, pero
el Evangelio nos lo aclara: el que Jesús haya resucitado es la prueba de que la
resurrección de los muertos existe. Ya la fe en Dios, creador y liberador de
todo el hombre – alma y cuerpo–, abre el camino a la esperanza de la
resurrección de la carne.
Esta esperanza se cumple en la persona de Jesús,
que es «la resurrección y la vida» (Jn 11,25); que nos ha tomado
con él en su vuelta al Padre en el Reino glorioso. La omnipotencia y la
fidelidad de Dios no se detienen a las puertas de la muerte. Cristo está
siempre con nosotros, viene cada día y vendrá al final. Entonces él resucitará
también nuestro cuerpo en la gloria, no lo devolverá al mundo terrenal.
Viviendo de esta fe, seremos menos prisioneros de lo efímero, de lo pasajero.
Esta transfiguración de nuestro cuerpo se prepara ya en esta vida por el
encuentro con Cristo Resucitado, especialmente en la Eucaristía, en la que nos
alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre. En cierto modo, ya ahora resucitamos,
participamos por el Bautismo de una vida nueva, del misterio de Cristo muerto y
resucitado. Tenemos una semilla de resurrección, un destello de eternidad, que
hace siempre toda vida humana digna de respeto y de amor.
Saludos
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española,
venidos de España, Argentina, Perú, Venezuela y otros países latinoamericanos.
Que todos demos testimonio alegre de esa condición de vida eterna hacia la que
caminamos.
Muchas gracias.
Sigo en su blog las palabras de cada miércoles y domingo del Papa. Gracias por publicarlo.
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