Tanto en sus palabras como en sus signos, el Señor pone
con frecuencia los lazos familiares como ejemplo de nuestra relación con Dios.
La sabiduría encerrada en esos afectos familiares, que ni se compran ni se
venden, es el mejor legado del espíritu familiar y Dios se revela - quiere
revelarse! - a través de este lenguaje.
Por otro lado, la fe y el amor de Dios purifican los
afectos familiares del egoísmo y los protegen del degrado. Los abre a un nuevo
horizonte que nos hace capaces de ver más allá, de ver a todos los hombres como
una sola familia. De ese modo, quien hace la voluntad de Dios y vive en su
amor, es capaz de ver a Jesús en el otro y de ser para él un verdadero hermano.
Queridos hermanos, llevar este estilo familiar a todas
las relaciones humanas nos hará capaces de cosas impensables, sería una
bendición para todos los pueblos y un signo de esperanza sobre la tierra. Se da
ahí una comunicación del misterio de Dios más profunda e incisiva que mil
tratados de teología”.
Y concluyó: “Saludo cordialmente a los peregrinos de
lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y
Latinoamérica. Que el Señor nos ayude a que las familias sean fermento
evangelizador de la sociedad, ese vino bueno que lleve la alegría del Evangelio
a todas las gentes. Muchas gracias”.
Al concluir la audiencia y antes de los saludos a muchos
presentes que se encontraban en la explanada de la basílica de San Pedro, el Papa
bendijo los objetos religiosos llevados por los peregrinos, como rosarios,
estampas y otros.
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