Mall of Asia Arena,
Manila
Estimadas familias
Queridos amigos en Cristo: Muchas gracias por vuestra presencia aquí esta
noche y por el testimonio de vuestro amor a Jesús y a su Iglesia. Agradezco a
monseñor Reyes, Presidente de la Comisión Episcopal de Familia y Vida, sus
palabras de bienvenida. Y, de una manera especial, doy las gracias a los que
han presentado sus testimonios – gracias – y han compartido su vida de fe con
nosotros. La Iglesia de Filipinas está bendecida por el apostolado de muchos
movimientos que se ocupan de la familia, y yo les agradezco su testimonio.
Las Escrituras rara vez hablan
de san José, pero cuando lo hacen, a menudo lo encuentran descansando, mientras
un ángel le revela la voluntad de Dios en sueños. En el pasaje del Evangelio
que acabamos de escuchar, nos encontramos con José que descansa no una vez sino
dos veces. Esta noche me gustaría descansar en el Señor con todos vosotros.
Tengo necesidad de descansar en el Señor con las familias, y recordar mi
familia: mi padre, mi madre, mi abuelo, mi abuela… Hoy descanso con vosotros y
quisiera reflexionar con vosotros sobre el don de la familia.
Pero antes quisiera decir algo
sobre el sueño. Mi inglés es tan pobre. Si me lo permitís, pediré a Mons. Miles
de traducir y hablaré en español. A mí me gusta mucho esto de soñar en una
familia. Toda mamá y todo papá soñó a su hijo durante nueve meses ¿es verdad o
no? [Sí] Soñar cómo será el hijo. No es posible una familia sin soñar. Cuando en
una familia se pierde la capacidad de soñar los chicos no crecen, el amor no
crece, la vida se debilita y se apaga. Por eso les recomiendo que a la noche,
cuando hacen el examen de conciencia, se hagan también, también, esta pregunta:
¿Hoy soñé con el futuro de mis hijos? ¿hoy soñé con el amor de mi esposo, de mi
esposa? ¿hoy soñé con mis padres, mis abuelos que llevaron la historia hasta
mí. ¡Es tan importante soñar! Primero de todo soñar en una familia. No pierdan
esta capacidad de soñar.
Y también cuántas dificultades
en la vida del matrimonio se solucionan si nos tomamos un espacio de sueño. Si
nos detenemos y pensamos en el cónyuge, en la cónyuge. Y soñamos con las
bondades que tiene, las cosas buenas que tiene. Por eso es muy importante
recuperar el amor a través de la ilusión de todos los días. ¡Nunca dejen de ser
novios!
A José le fue revelada la
voluntad de Dios durante el descanso. En este momento de descanso en el Señor,
cuando nos detenemos de nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios
también nos habla. Él nos habla en la lectura que acabamos de escuchar, en
nuestra oración y testimonio, y en el silencio de nuestro corazón.
Reflexionemos sobre lo que el Señor nos quiere decir, especialmente en el
Evangelio de esta tarde. Hay tres aspectos de este pasaje que me gustaría que
considerásemos. Primero: descansar en el Señor. Segundo: levantarse
con Jesús y María. Tercero: ser una voz profética.
Descansar en el Señor.
El descanso es necesario para la salud de nuestras mentes y cuerpos, aunque a
menudo es muy difícil de lograr debido a las numerosas obligaciones que recaen
sobre nosotros. Pero el descanso es también esencial para nuestra salud
espiritual, para que podamos escuchar la voz de Dios y entender lo que él nos
pide. José fue elegido por Dios para ser el padre putativo de Jesús y el esposo
de María. Como cristianos, también vosotros estáis llamados, al igual que José,
a construir un hogar para Jesús. Preparar una casa para Jesús. Le preparáis un
hogar en vuestros corazones, vuestras familias, vuestras parroquias y
comunidades.
Para oír y aceptar la llamada
de Dios, y preparar una casa para Jesús, debéis ser capaces de descansar en el
Señor. Debéis dedicar tiempo cada día a descansar en el Señor, a la oración.
Rezar es descansar en el Señor. Es posible que me digáis: Santo Padre, lo
sabemos, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Tengo que cuidar de mis
hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir
bien. Tenéis razón, seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la
cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de
toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos realmente muy
poco.
Descansar en la oración es
especialmente importante para las familias. Donde primero aprendemos a orar es
en la familia. No olvidéis: cuando la familia reza unida, permanece unida. Esto
es importante. Allí conseguimos conocer a Dios, crecer como hombres y mujeres
de fe, vernos como miembros de la gran familia de Dios, la Iglesia. En la
familia aprendemos a amar, a perdonar, a ser generosos y abiertos, no cerrados
y egoístas. Aprendemos a ir más allá de nuestras propias necesidades, para
encontrar a los demás y compartir nuestras vidas con ellos. Por eso es tan
importante rezar en familia. Muy importante. Por eso las familias son tan
importantes en el plan de Dios sobre la Iglesia. Rezar juntos en familia es
descansar en el Señor.
Yo quisiera decirles también
una cosa personal. Yo quiero mucho a san José, porque es un hombre fuerte y de
silencio y en mi escritorio tengo una imagen de san José durmiendo y durmiendo
cuida a la Iglesia. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un
papelito y lo pongo debajo de san José, para que lo sueñe. Esto significa para
que rece por ese problema.
Otra consideración: levantarse
con Jesús y María. Esos momentos preciosos de reposo, de descanso con el
Señor en la oración, son momentos que quisiéramos tal vez prolongar. Pero, al
igual que san José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar,
levantarnos y actuar (cf. Rm 13,11). Como familia, debemos
levantarnos y actuar. La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más
profundamente en él. Esto es muy importante. Debemos adentrarnos en el mundo,
pero con la fuerza de la oración. Cada uno de nosotros tiene un papel especial
que desempeñar en la preparación de la venida del reino de Dios a nuestro
mundo.
Del mismo modo que el don de la
sagrada Familia fue confiado a san José, así a nosotros se nos ha confiado el
don de la familia y su lugar en el plan de Dios. Lo mismo que con san José. A
san José el regalo de la Sagrada Familia le fue encomendado para que lo llevara
adelante, a cada uno de ustedes y de nosotros – porque yo también soy hijo de
una familia – nos entregaron el plan de Dios para llevarlo adelante. El ángel
del Señor le reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María,
obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret. Así también, en
nuestro tiempo, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras
familias para protegerlas de cualquier daño.
Estemos atentos a las nuevas
colonizaciones ideológicas. Existen colonizaciones ideológicas que buscan
destruir la familia. No nacen del sueño, de la oración, del encuentro con Dios,
de la misión que Dios nos da. Vienen de afuera, por eso digo que son
colonizaciones. No perdamos la libertad de la misión que Dios nos da, la misión
de la familia. Y así como nuestros pueblos en un momento de su historia
llegaron a la madurez de decirle ‘no’ a cualquier colonización política, como
familia tenemos que ser muy, muy sagaces, muy hábiles, muy fuertes para decir
‘no’ a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia. Y pedirle
a san José, que es amigo del ángel, que nos mande la inspiración para saber
cuándo podemos decir ‘sí’ y cuándo debemos decir ‘no’.
Las dificultades que hoy pesan
sobre la vida familiar son muchas. Aquí, en las Filipinas, multitud de familias
siguen sufriendo los efectos de los desastres naturales. La situación económica
ha provocado la separación de las familias a causa de la migración y la
búsqueda de empleo, y los problemas financieros gravan sobre muchos hogares.
Si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras, en
cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la
vida familiar y las más elementales exigencias de la moral cristiana. Éstas son
las colonizaciones ideológicas. La familia se ve también amenazada por el
creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del
matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de
apertura a la vida.
Pienso en el beato Pablo VI en
un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población
tuvo la valentía de defender la apertura a la vida de la familia. Él sabía las
dificultades que había en cada familia, por eso en su Carta Encíclica era tan
misericordioso con los casos particulares. Y pidió a los confesores que fueran
muy misericordiosos y comprensivos con los casos particulares. Pero él miró más
allá, miró a los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la
familia por la privación de los hijos. Pablo VI era valiente, era un buen
pastor y alertó a sus ovejas de los lobos que venían. Que desde el cielo nos
bendiga esta tarde.
Nuestro mundo necesita familias
buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias
santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan
de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza
para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo
san Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia (cf. Familiaris
Consortio, 85). El futuro pasa a través de la familia. Así pues,
¡custodiad vuestras familias! ¡proteged vuestras familias! Ved en ellas el
mayor tesoro de vuestro país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia
de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le
añadáis otras. Más bien, sed ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sed
santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana
desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué gran don para la sociedad si
cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levantaos con
Jesús y María, y seguid el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros.
Por último, el Evangelio que
hemos escuchado nos recuerda nuestro deber cristiano de ser voces
proféticas en medio de nuestra sociedad. José escuchó al ángel del
Señor, y respondió a la llamada de Dios a cuidar de Jesús y María. De esta
manera, cumplió su papel en el plan de Dios, y llegó a ser una bendición no
sólo para la sagrada Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José
sirvió de modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y
gracia (cf. Lc 2,52). Cuando las familias tienen hijos, los
forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad,
se convierten en una bendición para nuestro mundo. Las familias pueden llegar a
ser una bendición para el mundo. El amor de Dios se hace presente y operante a
través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos así el
reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión
profética que hemos recibido en el bautismo.
Durante este año, que vuestros
obispos han establecido como el Año de los Pobres, os pediría, como
familias, que fuerais especialmente conscientes de vuestra llamada a ser
discípulos misioneros de Jesús. Esto significa estar dispuestos a salir de
vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Os pido
además que os preocupéis de aquellos que no tienen familia, en particular de
los ancianos y niños sin padres. No dejéis que se sientan nunca aislados, solos
y abandonados; ayudadlos para que sepan que Dios no los olvida. Hoy quedé
sumamente conmovido en el corazón después de la Misa, cuando visité ese hogar
de niños solos, sin familia. Cuánta gente trabaja en la Iglesia para que ese
hogar sea una familia. Esto significa llevar adelante proféticamente qué
significa una familia. Incluso si vosotros mismos sufrís la pobreza material,
tenéis una abundancia de dones cuando dais a Cristo y a la comunidad de su
Iglesia. No escondáis vuestra fe, no escondáis a Jesús, llevadlo al mundo y dad
el testimonio de vuestra vida familiar.
Queridos amigos en Cristo, sabed
que yo rezo siempre por vosotros. Rezo por las familias, lo hago. Rezo para que
el Señor siga haciendo más profundo vuestro amor por él, y que este amor se
manifieste en vuestro amor por los demás y por la Iglesia. No olvidéis a Jesús
que duerme. No olvidéis a san José que duerme. Jesús ha dormido con la
protección de José. No lo olvidéis: el descanso de la familia es la oración. No
olvidéis de rezar por la familia. No dejéis de rezar a menudo y que vuestra
oración dé frutos en todo el mundo, de modo que todos conozcan a Jesucristo y
su amor misericordioso. Por favor, dormid también por mí y rezad también por
mí, porque necesito verdaderamente vuestras oraciones y siempre cuento con
ellas. Muchas gracias.
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