Queridos hermanos y hermanas:
Concluyendo ya las catequesis sobre el Credo, hoy quisiera
detenerme en la "resurrección de la carne", y hablarles del sentido
cristiano de la muerte y de la importancia de prepararnos bien para morir en
Cristo.
Para quien vive como si Dios no existiese, la muerte es una
amenaza constante, porque supone el final de todo en el horizonte cerrado del
mundo presente. Por eso, muchos la ocultan, la niegan o la banalizan para vivir
sin aprensión la vida de cada día.
Sin embargo, hay un deseo de vida dentro de nosotros, más
fuerte incluso que el miedo a la muerte, que nos dice que no es posible que
todo se quede en nada. La respuesta cierta a esta sed de vida es la esperanza
en la resurrección futura.
La victoria de Cristo sobre la muerte no sólo nos da la
serena certeza de que no moriremos para siempre, sino que también ilumina el
misterio de la muerte personal y nos ayuda a afrontarla con esperanza. Para ser
capaces de aceptar el momento último de la existencia con confianza, como abandono
total en las manos del Padre, necesitamos prepararnos. Y la vigilancia
cristiana consiste en la perseverancia en la caridad. Así, pues, la mejor forma
de disponernos a una buena muerte es mirar cara a cara las llagas corporales y
espirituales de Cristo en los más débiles y necesitados, con los que Él se
identificó, para mantener vivo y ardiente el deseo de ver un día cara a cara
las llagas transfiguradas del Señor resucitado.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en
particular a los grupos provenientes de España, México, Guatemala, Argentina y
los demás países latinoamericanos. No olviden que la solidaridad fraterna en el
dolor y en la esperanza es premisa y condición para entrar en el Reino de los
cielos. Muchas gracias.
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