“Queridos hermanos y hermanas.
El evangelio de esta penúltimo domingo del año litúrgico nos
propone una parte de las palabras de Jesús sobre los eventos últimos de la
historia humana, orientada hacia el pleno cumplimiento del reino de Dios.
Es la prédica que Jesús hizo en Jerusalén antes de su última
pascua. Eso contiene algunos elementos apocalípticos, como las guerras,
carestías, catástrofes cósmicas. “El sol se oscurecerá, la luna no dará más su
luz, las estrellas caerán del cielo y las potencias que están en el cielo serán
trastornadas”.
Entretanto estos elementos no son la cosa esencial del
mensaje. El núcleo central entorno al cual giran las palabras de Jesús es Él
mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección, y su retorno al
final de los tiempos. Nuestra meta final es el encuentro con el Señor
resucitado.
Yo quisiera preguntarles cuántos piensan sobre ésto: 'Habrá
un día que yo encontraré cara a cara al Señor'. Y esta es nuestra meta, nuestro
encuentro.
Nosotros no esperamos un tiempo o un lugar, sino que vamos a
encontrar a una persona: Jesús. Por lo tanto el problema no es 'cuando'
sucederán los signos premonitores de los últimos tiempos, sino que nos
encuentre preparados. Y no se trata tampoco de saber 'cómo' sucederán estas
cosas, sino 'cómo' tenemos que comportarnos, hoy en la espera de éstos.
Estamos llamados a vivir el presente construyendo nuestro
nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios. La parábola del higo que
florece, como signo del verano que se acerca, dice que la perspectiva del final
no nos distrae de la vida presente, sino que nos hace mirar hacia nuestros días
actuales con una óptica de esperanza.
Esa virtud tan difícil de vivir: la esperanza, la más
pequeña de las virtudes pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro:
el rostro del Señor resucitado, que viene “con gran potencia y gloria!, y que
esto manifiesta su amor crucificado y transfigurado en la resurrección. El
triunfo de Jesús al final de los tiempos será el triunfo de la cruz, la
demostración que el sacrificio de sí mismos por amor del prójimo, a imitación
de Cristo, es la única potencia victoriosa, el único punto firme en medio de
los trastornos del mundo.
El Señor Jesús no es solo el punto de llegada de la
peregrinación terrena, sino una presencia constante en nuestra vida: por ello
cuando se habla del futuro, y nos proyectamos hacia ese, es siempre para
reconducirnos al presente.
Él se opone a los falsos profetas, contra los videntes que
prevén cercano el fin del mundo, contra el fatalismo. Èl está a nuestro
lado, camina con nosotros, nos quiere mucho.
Quiere sustraer a sus discípulos de todas las épocas, de la
curiosidad por las fechas, las previsiones, los horóscopos, y concentra su
atención sobre el hoy de la historia.
Me gustaría preguntarles, pero no respondan, cada uno
responda interiormente: ¿Cuántos entre nosotros leen el horóscopo del día? Cada
uno se responda y cuando tengan ganas de leer el horóscopo, miren a Jesús que
está con nosotros. Es mejor, nos hará mejor.
Esta presencia de Jesús nos llama, esto sí, a la espera y a
la vigilancia que excluyen sea la impaciencia que de la modorra, como del
escapar hacia adelante como de quedarnos prisioneros del tiempo actual y de la
mundanidad.
También en nuestros días no faltan las calamidades naturales
y morales, y tampoco las adversidades y dificultades de todo tipo. Todo pasa,
nos recuerda el Señor, solamente su palabra queda como luz que mira y alivia
nuestros pasos. Nos perdona siempre porque está a nuestro lado, sólo es
necesario mirarlo y nos cambia el corazón. La Virgen María nos ayude a confiar
en Jesús, el fundamento firme de nuestra vida, y a perseverar con alegría en su
amor".
El atentado de París
"Queridos hermanos y hermanas, deseo expresar mi profundo
dolor por los ataques terroristas que en la noche del viernes ensangrentaron
Francia, causando numerosas víctimas.
Al presidente de la República de Francia y a todos sus
ciudadanos indico la expresión de mi más profundo dolor. Estoy
particularmente cercano de los familiares de los que han perdido la vida y a
los heridos.
Tanta barbarie nos deja consternados y nos pide como pueda
el corazón del hombre idear y realizar eventos tan horribles, que han
trastornado no solamente Francia, pero a todo el mundo.
Delante de tales actos intolerables o se puede dejar de
condenar la incalificable afrenta a la dignidad de la persona humana.
Quiero reafirmar con vigor que el camino de la violencia y
del odio no resuelve los problemas de la humanidad. Y que "utilizar el
nombre de Dios para justificar este camino es una blasfemia".
Les invito a unirse a mi oración: confiemos a la
misericordia de Dios las víctimas inermes de esta tragedia. La Virgen María,
Madre de misericordia, suscite en los corazones de todos pensamientos de
sabiduría y propósitos de paz.
A ella le pedimos que nos proteja y vele por la querida
nación francesa, la primera hija de la Iglesia, por Europa y por el mundo
entero.
Recemos un poco en silencio y después, un Ave María.
(instantes de silencio) Ave María..."
Beatificación de un sacerdote brasileño de origen
africano
"Ayer en Tres Puntas, en el Estado de Minas Gerais, en
Brasil, ha sido proclamado beato don Francisco de Paula Víctor, sacerdote
brasileño de origen africano, hijo de una esclava. Párroco generoso y esmerado
en la catequesis y en la administración de los sacramentos, se distinguió
especialmente por su gran humildad.
Pueda su extraordinario testimonio ser modelo para tantos
sacerdotes, llamados a ser humildes servidores del pueblo de Dios".
Saludos finales:
"Saludo a todos los presentes, familias, parroquias,
asociaciones y a cada uno de los fieles que han venido desde Italia y desde
tantas partes del mundo. En particular saludo a los peregrinos provenientes de
Granada, Málaga, Valencia y Murcia (España). ¡Cuántos españoles!, San Salvador
y Malta. A la asociación 'Accompagnatori Santuari Mariani nel
Mondo' y al instituto secular 'Cristo Re'.
A todos les deseo un buen domingo. Y por favor no se olviden
de rezar por mi. 'Buon pranzo e arrivederci'".
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