Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy comenzamos un ciclo de reflexiones sobre los dones del Espíritu Santo.
Ustedes saben que el Espíritu Santo constituye el alma, la linfa vital de la
Iglesia y de cada cristiano: es el Amor de Dios que hace de nuestro corazón la
morada y entra en comunión con nosotros. El Espíritu Santo siempre está con
nosotros, siempre está con nosotros, está en nuestro corazón.
El Espíritu mismo es "el don de Dios" por excelencia (cf. Jn 4,10),
es un regalo de Dios y a su vez comunica a quien lo recibe distintos dones espirituales.
La Iglesia identifica siete, un número que indica simbólicamente plenitud,
integridad; son aquellos que se aprenden en la preparación para el sacramento
de la Confirmación y que invocamos en la antigua oración llamada
"Secuencia del Espíritu Santo". Los dones del Espíritu Santo son
sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de
Dios.
1. El primer don del Espíritu Santo, de acuerdo con esta lista, entonces es la
sabiduría. Pero no se trata meramente de la sabiduría humana, no, esta
sabiduría humana que es fruto del conocimiento y la experiencia. En las
Escrituras se relata que Salomón, en el momento de su coronación como rey de
Israel, había pedido el don de la sabiduría. He aquí que la sabiduría es
precisamente esto: es la gracia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios, es
simplemente esto, es ver el mundo, ver las situaciones, las coyunturas, los
problemas con los ojos de Dios. Esta es la sabiduría. Algunas veces
nosotros vemos la cosa según nuestro gusto o según la situación de nuestro
corazón, con amor o con odio, con envidia. Y no, este no es el ojo de Dios. La
sabiduría es lo que hace el Espíritu Santo en nosotros para que nosotros veamos
todas las cosas con los ojos de Dios. Es éste el don de la sabiduría.
2. Y obviamente que este don viene de la intimidad con Dios, de la relación
íntima que nosotros tenemos con Dios, de la relación de hijos con el padre. Y
el Espíritu Santo cuando tenemos esta relación nos da el don de la sabiduría. Y
cuando estamos en comunión con el Señor, el Espíritu Santo es como si
transfigurase nuestro corazón y le hiciera percibir todo su calor y su
predilección.
3. El Espíritu Santo hace entonces al cristiano una persona "sabia".
Esto, sin embargo, no en el sentido de que tiene una respuesta para todo, que
lo sabe todo. Una persona sabia no tiene esto en el sentido de Dios, sino en el
sentido de que "sabe" de Dios, sabe cómo actúa Dios, conoce cuando
una cosa es de Dios y cuando no es de Dios; tiene esta sabiduría que Dios da a
nuestros corazones. El corazón del hombre sabio en este sentido tiene el gusto
y el sabor de Dios. ¡Y cuánto es importante que en nuestras comunidades haya
cristianos así! Todo en ellos habla de Dios y se convierte en un signo hermoso
y vital de su presencia y de su amor. Y esta es una cosa que no podemos
improvisar, que no podemos obtener de nosotros mismos: es un don que Dios da a
los que se hacen dóciles al Espíritu Santo.
Y nosotros tenemos dentro, en nuestro corazón, al Espíritu Santo; podemos
escucharlo o, podemos no escucharlo. Si escuchamos al Espíritu Santo, Él nos
enseña este camino de la sabiduría, nos regala la sabiduría que es ver con los
ojos de Dios, sentir con los oídos de Dios, amar con el corazón de Dios, juzgar
las cosas con el juicio de Dios. Esta es la sabiduría que nos regala el
Espíritu Santo, y todos nosotros podemos tenerla. Sólo pídanla al Espíritu
Santo. Pero, piensen en una madre, en su casa, con los niños, que cuando uno
hace una cosa, el otro piensa otra, y la pobre madre va de un lado a otro, con
los problemas de los niños. Y, cuando las madres se cansan y gritan a sus hijos
¿esto es sabiduría? ¿Regañar a los niños -les pregunto - es sabiduría? Qué
dicen ustedes: ¿es sabiduría, o no? ¡No! En cambio, cuando la madre toma al
niño y lo regaña dulcemente y le dice: "Pero, esto no se hace, por eso...
", y se lo explica con tanta paciencia, ¿esto es sabiduría de Dios? ¡Sí!
Eso es lo que nos da el Espíritu Santo en la vida, ¿eh? Luego, en el
matrimonio, por ejemplo, eh, los dos cónyuges -el marido y la mujer- se pelean
y luego no se miran o, si se miran, se miran con la mala cara: ¿esto es la
sabiduría de Dios? ¡No! En cambio, si se dice: "Va, ya pasó la tormenta,
hagamos las paces", y recomienzan a ir adelante en paz: ¿esto es sabiduría?
[La plaza: dice sí] Es éste: es el don de la sabiduría. Que venga a casa, para
estar con los niños, con todos nosotros! Y eso no se aprende: esto es un don
del Espíritu Santo. Para ello, tenemos que pedirle al Señor que nos dé el
Espíritu Santo y que nos dé el don de la sabiduría, de aquella sabiduría de
Dios que nos enseña a mirar con los ojos de Dios, a sentir con el corazón de
Dios, a hablar con las palabras de Dios. Y así, con esta sabiduría, vamos
adelante, construimos la familia, construimos la Iglesia y todos nos
santificamos. Pidamos hoy la gracia de la sabiduría. Y pidámosla a la Virgen,
que es la sede de la sabiduría, de este don: que Ella nos dé esta gracia.
Gracias.
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