Lázaro había muerto desde hacía ya tres días cuando llegó Jesús, y a las
hermanas Marta y María, Él les dijo las palabras que se imprimieron para
siempre en la memoria de la comunidad cristiana, dice así Jesús: “Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel
que vive y cree en mí, no morirá eternamente. (Jn 11,25). Sobre esta la Palabra
del Señor nosotros creemos que la vida de quién cree en Jesús y sigue su
mandamiento, después de la muerte será transformada en una vida nueva, plena e
inmortal. Como Jesús ha resucitado con su propio cuerpo, pero no ha vuelto a la
vida terrena, así nosotros resucitaremos con nuestros cuerpos que serán transfigurados
en cuerpos gloriosos. Él nos espera junto al Padre, y la fuerza del Espíritu
Santo, que lo ha resucitado a Él, resucitará también a quién está unido a Él.
Frente a la tumba sellada del amigo Lázaro, Jesús “gritó con gran voz:
‘¡Lázaro, salí afuera! El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas,
y el rostro envuelto con un sudario. (vv. 43-44). Este grito perentorio está
dirigido a cada hombre, porque todos estamos marcados por la muerte, todos
nosotros; es la voz de Aquel que es el dueño de la vida y quiere que todos “la
tengan en abundancia” (Jn 10,10). Cristo no se resigna a los sepulcros que nos
hemos construido con nuestras elecciones de mal y de muerte, con nuestros
errores, con nuestros pecados. ¡Él no se resigna a esto! Él nos invita, casi
nos ordena, que salgamos de la tumba en la cual nuestros pecados nos han
hundido. Nos llama insistentemente a salir de la oscuridad de la prisión en la
que estamos encerrados, conformándonos con una vida falsa, egoísta, mediocre.
“¡Salí afuera”!, nos dice. “¡Salí afuera”! Es una bella invitación a la
verdadera libertad. Dejémonos aferrar por estas palabras que Jesús hoy repite a
cada uno de nosotros. Una invitación a dejarnos liberar de las “vendas”, de las
“vendas del orgullo. Porque el orgullo nos hace esclavos, esclavos de nosotros
mismos, esclavos de tantos ídolos, de tantas cosas. Nuestra resurrección
comienza desde aquí: cuando decidimos obedecer a esta orden de Jesús saliendo a
la luz, a la vida; cuando de nuestro rostro caen las máscaras - tantas veces
nosotros estamos enmascarados por el pecado, ¡las máscaras deben caer! - y
nosotros encontramos el coraje de nuestro rostro original, creado a imagen y
semejanza de Dios.
El gesto de Jesús que resucita a Lázaro muestra hasta dónde puede llegar la
fuerza de la Gracia de Dios, y por lo tanto, donde puede llegar nuestra
conversión, nuestro cambio. Pero escuchen bien: ¡no hay ningún límite a la
misericordia divina ofrecida a todos! ¡No hay ningún límite a la misericordia
divina ofrecida a todos! Acuérdense bien esta frase. Y podemos decirla todos
juntos: ¡No hay ningún límite a la misericordia divina ofrecida a todos!
Digámosla juntos: ¡No hay ningún límite a la misericordia divina ofrecida a
todos! El Señor está siempre listo para levantar la piedra tumbal de nuestros
pecados, que nos separa de Él, luz de los vivientes.
Queridos hermanos y hermanas:
Se llevará a cabo mañana en Ruanda la conmemoración del vigésimo aniversario
del inicio del genocidio perpetrado contra los tutsis en el 1994. Con esta
circunstancia deseo expresar mi cercanía paternal al pueblo ruandés, animándole
a continuar con determinación y esperanza, el proceso de reconciliación que ya
ha manifestado sus frutos, y el empeño de reconstruir humana y espiritualmente
el país. A todos les digo: ¡No tengan miedo! En la roca del Evangelio
construyan su sociedad, en el amor y en la concordia, ¡porque sólo así se
genera una paz duradera! Invoco sobre toda la querida nación de Ruanda a la
protección maternal de Nuestra Señora de Kibeho. Recuerdo con afecto a los
obispos ruandeses que han estado aquí, en el Vaticano, la semana pasada. Y a
todos los invito, ahora, a rezar a la Virgen Nuestra Señora de Kibeho.
Saludo a todos los peregrinos presentes, especialmente a los que participan
en el ‘Congreso del Movimiento de Compromiso Educativo de la Acción Católica
Italiana’. ¡Invertir en educación significa invertir en esperanza!
Saludo a los fieles de Madrid y Menorca; a aquellos de la Diócesis de
Concordia-Pordenone; el grupo brasileño "Fraternidad y Tráfico
Humano"; a los estudiantes de Canadá, Australia, Bélgica y a los de
Cartagena-Murcia; a los alpinos de Como y de Roma.
Saludo a los grupos de niños que han recibido o se están preparándose para
la Confirmación, los jóvenes de diferentes parroquias y los numerosos
estudiantes.
Han pasado exactamente cinco años del terremoto que azotó a L'Aquila y su
territorio. En este momento queremos unirnos con aquella comunidad que ha sufrido
tanto, que todavía sufre, lucha y espera, con mucha confianza en Dios y en la
Virgen María. Oremos por todas las víctimas: que vivan para siempre en la paz
del Señor. Y recemos por el camino de resurrección del pueblo de L'Aquila: la
solidaridad y el renacimiento espiritual, son la fuerza de la reconstrucción
material.
Recemos por las víctimas del virus del Ébola que se ha desarrollado en
Guinea y países vecinos. Que el Señor sostenga los esfuerzos para combatir el
inicio de esta epidemia y para asegurar cuidado y asistencia a todos los
necesitados.
Y ahora me gustaría hacer un simple gesto para ustedes. En los últimos
domingos he sugerido a todos ustedes que se hicieran con un pequeño Evangelio,
para llevar uno mismo durante el día para poder leerlo a menudo. Entonces me
acordé de la antigua tradición de la Iglesia, durante la Cuaresma, de entregar
el Evangelio a los catecúmenos, los que se preparan para el bautismo. Así que
hoy quiero darles a ustedes que están en Piazza –pero en un seño para todos- un
Evangelio de bolsillo. Será distribuido de forma gratuita. Hay lugares en la
plaza para esta distribución. Yo los veo: allí, allí, allí, allí.... Acérquense
a los lugares y tomen el Evangelio ¡Tómenlo, tómelo con usted, y léanlo cada
día: ¡es exactamente Jesús el que les habla allí! ¡Es la palabra de Jesús: esta
es la Palabra de Jesús!
Y como Él les digo: ¡gratuitamente han recibido, gratuitamente den! ¡Den el
mensaje del Evangelio! Pero a lo mejor alguno de ustedes non cree que esto sea
gratuito. “¿Pero cuando qué? ¿Cuánto debo pagar, Padre? Pero hagamos una cosa,
a cambio de este regalo, hagan un acto de caridad, un gesto de amor
desinteresado, una oración por los enemigos, una reconciliación de alguna
cosa... Hoy se puede leer el Evangelio con muchos instrumentos tecnológicos. Se
puede llevar la Biblia con uno mismo en un teléfono móvil, una tableta. Lo
importante es leer la Palabra de Dios, con todos los medios, pero leer la
Palabra de Dios: ¡es Jesús que nos habla allí! es acogerla con el corazón abierto.
¡Entonces la buena semilla da fruto!
¡Les deseo un buen domingo y buen almuerzo! ¡Hasta la vista!
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