Hoy, cuarto y último domingo de Adviento, la liturgia
quiere prepararnos a la Navidad ya a las puertas, invitándonos a meditar el
pasaje del anuncio del Ángel a María. El arcángel Gabriel revela a la Virgen la
voluntad del Señor de que ella se convierta en madre de su Hijo unigénito:
“Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será
grande y será llamado Hijo del Altísimo”. Fijamos la mirada sobre esta sencilla
joven de Nazaret, en el momento en el que se hace disponible al mensaje divino
con su “sí”; acogemos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para
nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.
Sobre todo su fe, su actitud de fe, que consiste en el
escuchar la Palabra de Dios para abandonarse a esta Palabra con plena
disponibilidad de mente y de corazón. Respondiendo al Ángel, María dijo: ”Yo
soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. En su “aquí
estoy” lleno de fe, María no sabe por qué caminos se deberá aventurar, qué
dolores deberá padecer, qué riesgos afrontar. Pero es consciente que es el
Señor quien le pide y ella se fía totalmente de Él y se abandona a su amor.
Esta es la fe de María.
Otro aspecto es la capacidad de la Madre de Cristo de
reconocer el tiempo de Dios. María es aquella que ha hecho posible la
encarnación del Hijo de Dios, “la revelación del misterio, que fue guardado en
secreto desde la eternidad”. He hecho posible la encarnación del Verbo gracias
precisamente a su “sí” humilde y valiente. María nos enseña a acoger el momento
favorable en el que Jesús pasa en nuestra vida y pide una respuesta preparada y
generosa. Y Jesús pasa. De hecho, el misterio del nacimiento de Jesús en Belén,
sucedido históricamente hace más de dos mil años, se implementa, como evento
espiritual, en el “hoy de la liturgia”. El Verbo, que encontró morada en el
vientre virginal de María, en la celebración de la Navidad viene a llamar
nuevamente al corazón de cada cristiano. Pasa y llama. Cada uno de nosotros es
llamado a responder, como María, con un “sí” personal y sincero, poniéndose
plenamente a disposición de Dios y de su misericordia.
Cuántas veces Jesús pasa
en Nuestra vida y cuántas veces nos manda un ángel. Y cuántas veces no nos
damos cuenta porque estamos muy ocupados, sumergidos en nuestros pensamientos,
en nuestros quehaceres, incluso en estos días en los preparativos de la
Navidad, que no nos damos cuenta de él que pasa y llama a la puerta de nuestro
corazón pidiendo acogida, pidiendo un sí como el de María. Un santo decía
“tengo miedo de que el Señor pase”. ¿Sabéis por qué tenía miedo? Miedo de no
darse cuenta, de dejarlo pasar. Cuando sentimos en nuestro corazón ‘quisiera
ser más bueno, más buena, me arrepiento de esto que he hecho’ aquí está el
Señor que llama, que hace sentir esto, las ganas de ser mejor, las ganas de
estar más cerca de los otros, de Dios. Si tú sientes esto, párate. El Señor
está ahí. Ve a rezar y quizar a la confesión a limpiar un poco la habitación.
Eso hace bien. Pero recuerda bien, si tú sientes esas ganas de mejorar, es Él
quien llama, no dejarlo pasar.
En el misterio de Navidad, junto a María está silenciosa
la presencia de san José, como viene representada en todos los belenes
--también en ese que podéis admirar aquí en la plaza de San Pedro. El ejemplo
de María y de José es para todos nosotros una invitación a acoger con
total apertura de alma a Jesús, que por amor se ha hecho nuestro hermano. Él
viene a llevar al mundo el don de la paz: “Paz en la tierra a los hombres que
ama el Señor”, como anunciaron a coro los ángeles a los pastores. El don
precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra verdadera paz. Y Cristo
llama a nuestros corazones para darnos la paz. La paz del alma, abramos las
puertas a Cristo.
Nos confiamos a la intercesión de nuestra Madre y de san
José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda
mundanidad, preparados a acoger al Salvador, el Dios-con-nosotros.
Al finalizar el ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
os saludo a todos, fieles romanos y peregrinos venidos de
distintos países; las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones.
En particular, saludo a los jóvenes del Movimiento de los
Focolares, la Comunidad Juan XXIII, y los scouts AGESCI de Tor Sapienza (Roma).
No olvidéis, el Señor pasa y si tú sientes las ganas de mejorar, de ser más
bueno, es el Señor que llama a tu puerta. En esta Navidad el Señor pasa.
Deseo a todos un buen domingo y una Navidad de esperanza,
con las puertas abiertas al Señor, de alegría y de fraternidad. or favor rezad
por mí. Buen almuerzo y ¡Hasta pronto!
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