Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hemos escuchado en la lectura aquella parte del libro de los
Salmos que dice "el Señor me aconseja, el Señor me habla
interiormente". Y este es otro don del Espíritu Santo: el don del consejo.
Sabemos cuánto es importante, sobre todo en los momentos más delicados, el
poder contar con las sugerencias de personas sabias y que nos quieren. Ahora, a
través del don del consejo, es Dios mismo, con el Espíritu Santo, que ilumina
nuestro corazón, para hacernos comprender el modo justo de hablar y de
comportarse y el camino a seguir. Pero ¿cómo actúa este don en nosotros?
1. En el momento en el cual lo recibimos y lo acogemos en
nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza inmediatamente a hacernos sensibles
a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras
intenciones según el corazón de Dios. Al mismo tiempo, nos lleva siempre más a
dirigir la mirada interior sobre Jesús, como modelo de nuestro modo de actuar y
de relacionarnos con Dios Padre y con los hermanos. El consejo, es entonces el
don con el cual el Espíritu Santo hace que nuestra conciencia sea capaz de
hacer una elección concreta en comunión con Dios, según la lógica de Jesús y de
su Evangelio. Y de este modo, el Espíritu nos hace crecer interiormente, nos
hace crecer positivamente, nos hace crecer en la comunidad. Y nos ayuda a no
caer en posesión del
egoísmo y del propio modo de ver las cosas. Así el Espíritu nos
ayuda a crecer y también a vivir en comunidad.
2. La condición esencial para conservar este don es la
oración. Pero siempre volvemos sobre lo mismo ¿no? La oración. Pero es tan
importante la oración, rezar. Rezar las oraciones que todos nosotros sabemos
desde niños, pero también rezar con nuestras palabras. Rezar al Señor: Señor
ayúdame, aconséjame, ¿qué tengo que hacer ahora?Y con la oración hacemos lugar
para que el Espíritu venga y nos ayude en aquel momento, nos aconseje sobre lo
que nosotros debemos hacer.La oración. Jamás olvidar la oración, jamás. Nadie
se da cuenta cuando nosotros rezamos en el autobús, en la calle: oramos en
silencio, con el corazón. Aprovechemos estos momentos para rezar. Rezar para
que el Espíritu nos dé este don del consejo.
En la intimidad con Dios y en la escucha de su Palabra, poco a poco dejamos de
lado nuestra lógica personal, dictada la mayor parte de las veces por nuestra
cerrazón, por nuestros prejuicios y nuestras ambiciones, y en cambio,
aprendamos a preguntar al Señor: ¿cuál es tu deseo? ¡Pedirle consejo al Señor!
Y esto lo hacemos con la oración. De esta manera madura en nosotros una
sintonía profunda, casi innata con el Espíritu y comprobamos qué verdaderas son
las palabras de Jesús citadas en el Evangelio de Mateo: "No se preocupen
de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a
conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el
Espíritu de su Padre hablará en ustedes" (Mt 10:19-20). Es el Espíritu que
nos aconseja. Pero nosotros debemos darle espacio al Espíritu para que nos
aconseje, y dar espacio es rezar. Rezar para que Él venga y nos ayude siempre.
3. Y al igual que todos los otros dones del Espíritu,
entonces, el consejo es también un tesoro para toda la comunidad cristiana. El
Señor nos habla no solamente en la intimidad del corazón, nos habla sí, pero no
solamente allí, sino también a través de la voz y el testimonio de los
hermanos. ¡Realmente es un gran don poder encontrar hombres y mujeres de fe
que, especialmente en los momentos más complicados e importantes de nuestra
vida, nos ayudan a iluminar nuestro corazón y a reconocer la voluntad del
Señor!
Yo recuerdo una vez que yo estaba en el confesionario - y
había una fila larga adelante - en el Santuario de Luján. Y estaba en la fila
un muchacho todo moderno, ¿no? Con aritos, tatuajes, todas las cosas. Y vino
para decirme lo que le sucedía a él. Era un problema grande, difícil. ¿Y tú qué
harías? Y me dijo esto: yo le he contado todo esto a mi madre y mi madre me
dijo: anda a ver a la Virgen y Ella te dirá lo que debes hacer. ¡Esta es una
mujer que tenía el don del consejo! No sabía cómo salir del problema del hijo,
pero le ha indicado el camino justo: "anda a ver a la Virgen y Ella te
dirá". Este es el don del consejo, dejar que el Espíritu hable. Y esta
mujer humilde y simple, ha dado al hijo el más verdadero consejo, el más
verdadero consejo. Porque este joven me dijo: "yo he mirado a la Virgen y
he sentido que tengo que hacer esto, esto y esto. Yo no tuve que hablar. Lo
hicieron todo la madre, la Virgen y el muchacho. ¡Éste es el don del consejo!
Ustedes mamás, que tienen este don, ¡pidan este don para sus hijos! El don de
aconsejar a los hijos. Es un don de Dios.
Queridos amigos, el Salmo 16 nos invita a orar con estas
palabras: "Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye
mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca
vacilaré". (vv. 7-8). Que el Espíritu siempre pueda infundir en nuestro
corazón esta certeza y nos llene así con su consuelo y su paz! Pidan siempre el
don del consejo.¡Gracias!
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