Esta mañana,
con la Santa Misa celebrada en la Basílica de San Pedro, concluyó la Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la familia. Invito a todos a
dar gracias a Dios por estas tres semanas de intenso trabajo, animado por la
oración y por un espíritu de verdadera comunión. Ha sido arduo, pero ha sido un
verdadero don de Dios, que seguramente traerá muchos frutos.
La palabra
“sínodo” significa “caminar juntos”. Y aquella que hemos vivido ha sido la
experiencia de la Iglesia en camino, en camino especialmente con las familias
del Pueblo santo de Dios esparcido en todo el mundo. Por esto me ha
impresionado la Palabra de Dios que hoy nos sale al encuentro en la profecía de
Jeremías. Dice asi: «Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los
extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y
parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí!». Y el profeta agrega:
«Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré
a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque
yo soy un padre para Israel» (31,8-9).
Esta Palabra
de Dios nos dice que el primero en querer caminar junto a nosotros, a querer
hacer “sínodo” con nosotros, es precisamente Él, nuestro Padre. Su “sueño”,
desde siempre y por siempre, es el de formar un pueblo, de reunirlo, de guiarlo
hacia la tierra de la libertad y de la paz. Y este pueblo está hecho de
familias: están «la mujer embarazada y la parturienta»; es un pueblo que
mientras camina lleva adelante la vida, con la bendición de Dios.
Es un pueblo
que no excluye a los pobres y a los desfavorecidos, es más, los incluye. Dice
el profeta: «entre ellos están el ciego y el lisiado». Es una familia de
familias, en la que quien enfrenta fatigas no se encuentra marginado, dejado
atrás, sino que logra seguir el paso de los otros, porque este pueblo camina al
paso de los últimos; como se hace en las familias, y como nos enseña el Señor,
que se ha hecho pobre con los pobres, pequeño con los pequeños, último con los
últimos. No lo ha hecho para excluir a los ricos, a los grandes y a los que
están primero, sino porque ésta es la única forma para salvar también a ellos,
para salvar a todos. Ir con los pequeños, con los excluídos, con los últimos.
Les confieso
que esta profecía del pueblo en camino la he comparado también con las imágenes
de los prófugos en marcha por los caminos de Europa, una realidad dramática de
nuestros dias. Dios también les dice a ellos: «Habían partido llorando, pero yo
los traigo llenos de consuelo». También estas familias tan sufrientes,
desarraigadas de sus tierras, han estado presentes con nosotros en el Sínodo,
en nuestra oración y en nuestros trabajos, a través de la voz de algunos de sus
Pastores presentes en la Asamblea. Estas personas en busca de dignidad, estas
familias en busca de paz siguen permaneciendo con nosotros, la Iglesia no las
abandona, porque forman parte del pueblo que Dios quiere liberar de la
esclavitud y guiar hacia la libertad.
Por lo
tanto, en esta Palabra de Dios, se refleja ya sea la experiencia sinodal que
hemos vivido, ya sea el drama de los prófugos en marcha por los caminos de
Europa. Que el Señor, por intercesión de la Virgen María, nos ayude también a
realizar las indicaciones surgidas en forma de fraterna comunión.
“¡buen almuerzo y hasta la
vista!”.
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