miércoles, 20 de mayo de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO


Pidamos a María que ayude a los católicos de China a ser siempre testimonios creíbles en medio de su pueblo de este amor misericordioso que ella tiene por su Hijo, y a vivir espiritualmente unidos a la roca de Pedro sobre la que está construida la Iglesia. Esta ha sido la invitación que el Santo Padre ha realizado este miércoles por la mañana en la audiencia general recordando que, “el 24 de mayo los católicos de China rezan con devoción a la Virgen María Auxilio de los Cristianos, venerada en el santuario de Sheshan en Shanghai”. Así, Francisco ha indicado que “en la estatua, arriba del Santuario, María carga a su Hijo, y lo presenta al mundo con los brazos abiertos en gesto de amor y misericordia”.

Por otro lado, el Papa ha recordado también hoy, que la Conferencia Episcopal Italiana ha propuesto que en las diócesis, en ocasión de la Vigilia de Pentecostés de este sábado, se recuerde a los muchos hermanos y hermanas exiliados o asesinados por el solo hecho de ser cristianos, "son mártires". Por eso, “deseo que este momento de oración haga crecer la conciencia de que la libertad religiosa es una derecho humano inalienable, aumente la sensibilidad sobre el drama de los cristianos perseguidos en nuestro tiempo y que se ponga fin a este crimen inaceptable”.

Como cada miércoles, el santo padre Francisco ha recorrido la plaza de san Pedro en el papamóvil antes de comenzar la catequesis, saludando a los fieles venidos de todas partes del mundo. Los allí presentes manifestaban su entusiasmo al ver pasar al Pontífice agitando sus banderas y gritando ¡Francisco, Francisco!

Durante el recorrido, el Papa ha intercambiado el solideo con algunos que le acercaban entre el público presente. Los niños, protagonistas absolutos en esta parte de la audiencia, han sido acercados hasta el jeep descubierto y así recibían una caricia y una bendición del Papa. Familias, jóvenes, niños grupos parroquiales, trabajadores; todos. Mientras Francisco hacía su recorrido por la plaza, un grupo de niñas asiáticas, vestidas con trajes tradicionales, tocaban campanas y otros instrumentos de percusión llenando toda la plaza de esta música característica.

Esta mañana, el Pontífice ha proseguido con la serie de catequesis sobre la familia, hoy ha reflexionado sobre la educación de los hijos como vocación natural de la familia.
Así ha asegurado que “la alianza educativa está en crisis en nuestros días, está rota. Los síntomas son muchos: por una parte hay tensiones y desconfianza entre padres y educadores; por otra parte, cada vez son más los ‘expertos’ que pretenden ocupar el papel de los padres que quedan relegados a un segundo lugar”. Por eso el Papa ha indicado que “es necesario favorecer la armonía, el diálogo y la colaboración entre los diversos agentes de la educación. El papel de los padres es insustituible, solo ellos pueden compensar algunos errores”. Sin embargo, ha proseguido “a veces se encuentran paralizados por miedo a equivocarse, ante la complejidad de la vida actual y las nuevas exigencias de sus hijos”.

De este modo, Francisco ha precisado que “la Iglesia está llamada a acompañar la misión educativa de los padres, sobre todo con la luz de la Palabra de Dios, que funda la familia sobre el amor. El mismo Jesús recibió una educación familiar, que le ayudó a crecer en edad, sabiduría y gracia. Si la educación familiar recobrara su protagonismo, muchas cosas cambiarían para bien". Es hora de que los padres y las madres  --ha concluido-- regresen de su exilio, y se impliquen plenamente en la educación de sus hijos.

A continuación, el Papa ha saludado a los peregrinos de lengua española. En primer lugar al nuevo presidente del CELAM, el cardenal arzobispo de Bogotá, Rubén Salazar, recientemente elegido en la Asamblea y le ha deseado "¡buen trabajo!" También ha saludado a los fieles de la archidiócesis de Toledo, acompañados por su pastor, monseñor Braulio Rodríguez Plaza. "¿Saben hacer ruido ustedes eh?”, ha bromeado al oirles gritar. También ha saludado a los demás grupos venidos “de España, México, Argentina, Panamá, Chile y otros países latinoamericanos”. Pidamos al Señor --ha exhortado-- que dé a los padres la confianza, la libertad y el valor necesarios para cumplir fielmente su misión educativa.

Finalmente, ha dirigido unas palabras a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Por eso ha recordado que hoy es la memoria litúrgica de San Bernardino de Siena. De este modo ha deseado a los jóvenes que el amor del santo por la ecuaristía les indique "la centralidad de Dios en vuestra vida". También ha animado a los enfermos a "afrontar con serenidad los momentos de sufrimiento" y a los recién casados a fundar su familia "en el amor de Dios".

miércoles, 13 de mayo de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La catequesis de hoy es como una puerta de entrada para una serie de reflexiones sobre la vida de la familia, su vida real, con sus tiempos y sus circunstancias. Sobre esta puerta de entrada están escritas tres palabras, que ya he utilizado varias veces. Y estas palabras son: permiso, gracias, perdón. De hecho, estas palabras abren el camino para vivir bien en la familia. Son palabras sencillas, pero no tan sencillas para poner en práctica. Encierran una gran fuerza: la fuerza de cuidar la casa, también a través de miles de dificultades y pruebas; sin embargo su falta, poco a poco abre grietas que pueden incluso hacerla caer.

Nosotros las entendemos normalmente como las palabras de la “buena educación”. Está bien. Una persona bien educada pide permiso, da las gracias y pide perdón si se equivoca. Porque la buena educación es muy importante. Un gran obispo, san Francisco de Sales, solía decir que “la buena educación es ya mitad de santidad”. Pero, atención, en la historia hemos conocido también un formalismo de las buenas maneras que se puede convertir en máscara que esconde la aridez del alma y el desinterés por el otro. Se suele decir: "Detrás de muchas buenas maneras se esconden malas costumbres”. Ni siquiera la religión es inmune a este riesgo, que desliza el cumplimiento formal en la mundanidad espiritual.  

El diablo que tienta a Jesús ostenta buenas maneras --pero es realmente un señor, un caballero-- y cita las Sagradas Escrituras, parece un teólogo. Su estilo parece correcto,  pero su intento es desviar de la verdad del amor de Dios. Nosotros sin embargo entendemos la buena educación en sus términos auténticos, donde el estilo de las buenas relaciones está firmemente arraigado en el amor del bien y en el respeto del otro. La familia vive de esta finura del querer bien.

La primera palabra es permiso. Cuando nos preocupamos por pedir gentilmente eso que quizá creemos que merecemos, ponemos una defensa real en el espíritu de la convivencia matrimonial y familiar. Entrar en la vida del otro, también cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasiva, que renueva la confianza y el respeto. La confianza no autoriza a dar todo por descontado. Y el amor, cuanto más íntimo y profundo es, más exige el respeto de la libertad y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de su corazón. A propósito de esto, recordamos esa palabra de Jesús en el libro del apocalipsis: "Mira que estoy en la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, yo iré con él, cenaré con él y él conmigo". ¡También el Señor pide permiso para entrar! No lo olvidemos. Antes de hacer algo en la familia, ¿permiso? ¿puedo hacerlo? ¿te gusta que lo haga así? Ese lenguaje verdaderamente educado, pero lleno de amor. Y esto hace mucho bien a las familias.

La segunda palabra es gracias. Muchas veces podemos pensar que nos estamos convirtiendo en una civilización de malas maneras y malas palabras, como si fuera un signo de emancipación. Las escuchamos decir muchas veces también públicamente. La gentileza y la capacidad de dar las gracias son vistas como un signo de debilidad, a veces suscitan incluso desconfianza.

Esta tendencia se contrasta en el mismo seno de la familia. Debemos ser intransigentes sobre la educación en la gratitud, en el reconocimiento: la dignidad de las personas y la justicia social pasan ambas por aquí. Si la vida familiar descuida este estilo, también la vida social lo perderá. La gratitud, además, para un creyente, está en el corazón mismo de la fe: un cristiano que no sabe dar las gracias es uno que se ha olvidado del lenguaje de Dios. ¡Escuchad bien eh! Un cristiano que no sabe agradecer es uno que ha olvidado del lenguaje de Dios. ¡Es feo esto, eh!

Recordamos la pregunta de Jesús cuando sanó diez leprosos y solo uno de ellos volvió para darle las gracias. Una vez escuché de una persona anciana, muy sabia, muy buena, sencilla, pero con esa sabiduría de la piedad, de la vida… “La gratitud es una planta que crece solamente en la tierra de las almas nobles”. Esa nobleza del alma, esa gracia de Dios en el alma que empuja a decir: Gracias a la gratitud. Es la flor de un alma noble. Ésta es una algo bonito.

Y la tercera palabra es “perdón”. Palabra difícil, sí, pero también necesaria. Cuando falta, pequeñas grietas se engrandecen ---aún sin quererlo-- hasta convertirse en fosas profundas.

No por nada, en la oración enseñada por Jesús, el “Padre nuestro” que resume todas las preguntas esenciales de nuestra vida, encontramos esta expresión: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Reconocer haber faltado, y estar deseoso de restituir lo que se ha quitado --respeto, sinceridad, amor-- nos hace dignos del perdón. Y así se para la infección. Si no tenemos capacidad de pedir perdón, quiere decir que tampoco somos capaces de perdonar. En la casa donde no se pide perdón empieza a faltar el aire, las aguas se estancan. Muchas heridas de los afectos, muchas laceraciones en las familias comienzan con la pérdida de esta palabra preciosa: perdón. En la vida matrimonial se pelea muchas veces, también “vuelan los platos”, pero doy un consejo: no terminen el día sin hacer las paces. Escuchad bien. 

¿Habéis peleado marido y mujer? ¿Hijos con padres? ¿Habéis peleado fuerte? No está bien pero no es el problema: el problema es que este sentimiento no esté al día siguiente. Por eso, si han peleado, no hay que terminar nunca el día sin hacer las paces en familia. ¿Y cómo debo hacer las paces? ¿Ponerme de rodillas? ¡No! Solamente un pequeño gesto, una cosita así. ¡Y la armonía familiar vuelve, eh! ¡Basta una caricia! Sin palabras. Pero nunca terminar el día en familia sin hacer las paces. ¿Entendido? ¡No es fácil, eh! Pero se debe hacer. Y con esto la vida será más bella.

Estas tres palabras-clave de la familia son palabras sencillas, y quizá en un primer momento nos hacen sonreír. Pero cuando las olvidamos, no hay nada de que reír ¿verdad? Nuestra educación, quizás, las descuida demasiado. El Señor nos ayude a volverlas a poner en el lugar exacto, en nuestro corazón, en nuestra casa, y también en nuestra convivencia civil. Y ahora invito a repetir todos juntos estas tres palabras: “permiso, gracias, perdón”… ¡todos juntos! “permiso, gracias, perdón”. Son tres palabras para entrar realmente en el amor de la familia, para que la familia quede bien. Ahora, repetir ese consejo que he dado, todos juntos: nunca terminar la jornada sin hacer las paces. Todos. “Nunca terminar la jornada sin hacer las paces”. Gracias.

domingo, 10 de mayo de 2015

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy --Juan, capítulo 15-- nos conduce al Cenáculo, donde escuchamos el mandamiento nuevo de Jesús, dice así: “Este es mi mandamiento, que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Y, pensando en el sacrificio de la cruz ya inminente, añade: “Nadie tiene un amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando”. Estas palabras, pronunciadas durante la Última Cena, resumen todo el mensaje de Jesús; es más, resumen todo lo que Él ha hecho: Jesús dio la vida por sus amigos. Amigos que no le habían entendido, que en el momento crucial le abandonaron, traicionaron y renegaron. Esto nos dice que Él nos ama, a pesar de no merecer su amor. Así nos ama Jesús.
De esta manera, Jesús nos muestra el camino para seguirle, el camino del amor. Su mandamiento no es un simple precepto, que siempre es algo abstracto o ajeno a la vida. El mandamiento de Cristo es nuevo porque Él fue el primero en realizarlo, le dio carne, y así la ley del amor se escribe una vez y para siempre en el corazón del hombre. Y ¿cómo está escrita? Está escrita con el fuego del Espíritu Santo. Y con este mismo Espíritu, que Jesús nos da, también podemos caminar nosotros por este camino.
Es un camino concreto, un camino que nos lleva a ir más allá de nosotros mismos para llegar a los demás. Jesús nos enseñó que el amor de Dios se realiza en el amor al prójimo. Los dos van juntos. Las páginas del Evangelio están llenos de este amor: adultos y niños, cultos e ignorantes, ricos y pobres, justos y pecadores, todos han tenido acogida en el corazón de Cristo.

Por lo tanto, esta Palabra de Dios nos llama a amarnos los unos a los otros, aunque no siempre nos entendamos, no siempre estemos de acuerdo... pero es precisamente ahí donde se ve el amor cristiano. Una amor que se manifiesta aunque haya diferencias de opinión o de carácter, pero el amor es más grande que estas diferencias. Y este es el amor que nos enseñó Jesús. Es un amor nuevo, porque está renovado por Jesús y su Espíritu. Es un amor redimido, liberado del egoísmo. Un amor que da alegría a nuestro corazón, como Jesús mismo dice: “Os he dicho estas cosas para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo”. 

Es precisamente el amor de Cristo, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones, el que cumple cada día prodigios en la Iglesia y en el mundo. Son muchos pequeños y grandes gestos que obedecen el mandamiento del Señor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Gestos pequeños, de cada día, gestos de cercanía a un anciano, a un niño, a un enfermo, a una persona sola y en dificultad, sin hogar, sin trabajo, inmigrante, refugiada... Gracias a la fuerza de esta Palabra de Cristo, cada uno de nosotros puede ser cercano al hermano y a la hermana que se encuentra. Gestos de cercanía, de proximidad. En estos gestos se manifiesta el amor que Cristo nos enseñó.

Que nuestra Madre Santísima nos ayude, para que en la vida cotidiana de cada uno de nosotros el amor a Dios y el amor al prójimo siempre estén unidos.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del Regina Coeli. Y al concluir la plegaria mariana, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Papa:

Queridos hermanos y hermanas:
Saludo a todos ustedes, familias, grupos religiosos, asociaciones y peregrinos provenientes de Italia y de muchas partes del mundo, en particular de Madrid, de Puerto Rico y de Croacia. Saludo a los fieles de Guidonia y Portici; a los grupos escolares de Carrara, Bitonto y Lecco. Un pensamiento especial para los jóvenes de la diócesis de Orvieto-Todi, acompañados por su pastor, monseñor Tuzia: ¡sean cristianos valientes y testigos de esperanza! 
Saludo al Cuerpo Forestal del Estado, que organiza la fiesta nacional de las Reservas Naturales para el redescubrimiento y el respeto de las bellezas de la creación; a los participantes en el congreso promovido por la Conferencia Episcopal Italiana en apoyo de una escuela de calidad y abierta a las familias; a la delegación de mujeres de la “Komen Italia”, una asociación para la lucha contra los tumores del pecho; y a cuantos han participado en la iniciativa a favor de la vida que tuvo lugar esta mañana en Roma: es importante colaborar juntos para defender y promover la vida. 

Francisco también quiso dedicar unas palabras de gratitud y afecto a todas las madres:  
Y, hablando de vida, hoy en muchos países se celebra el día de la madre. Recordamos con gratitud y afecto a todas las madres. Ahora me dirijo a las madres que están aquí en la Plaza. ¿Hay? ¿Sí? ¿Hay madres? ¡Un aplauso para ellas, para las madres que están en la Plaza! Y que este aplauso abrace a todas las madres, a todas nuestras queridas madres: aquellas que viven con nosotros físicamente, y también aquellas que viven con nosotros espiritualmente. Que el Señor las bendiga a todas, y que la Virgen, a quien está dedicado este mes, las custodie.  

Como de costumbre, el Pontífice concluyó su intervención diciendo:
Les deseo a todos un buen domingo, un poco caluroso... Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!


domingo, 3 de mayo de 2015

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO


Queridos hermanos:
«El evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la Última Cena en cuando sabe que la muerte está ya cerca. Ha llegado su hora. Por la última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en su mente una verdad fundamental: también cuando Él no estará más físicamente en medio de ellos, los apóstoles podrán quedarse aún unidos a Él de un modo nuevo, y así traer mucho fruto. Y todos podemos estar unidos a Jesús en un modo nuevo. ¿Y cómo es este modo nuevo?

Por el contrario si uno perdiera la comunión con Él, se volvería estéril, o peor, dañino para la comunidad. ¿Cuál es el modo nuevo?

Y para expresar esta realidad, Jesús usa la imagen de la vid y de los sarmientos. Y dice así: “Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos”. (Gv 15, 4-5).

Y con esta figura nos enseña cómo quedarnos en Él, aunque no esté físicamente presente. Jesús es la vid y a través de Él --como la linfa en el árbol-- hace llegar a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús nos quiere hacer entender la importancia de estar unidos con Él.

Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en la cual se encuentra el manantial de la vida de ellos. Así es para nosotros los cristianos. Insertados con el bautismo en Cristo, hemos recibido de Él gratuitamente el don de la vida nueva y podemos quedarnos en comunión vital con Cristo.

Es necesario mantenerse fieles al bautismo y crecer en la intimidad con el Señor mediante la oración, la escucha y la docilidad a su palabra, la participación a los sacramentos, especialmente la eucaristía y la reconciliación.

Si uno está íntimamente unido a Jesús, se beneficia de los dones del Espíritu Santo que --como dice San Pablo-- son 'amor, alegría, paz, magnanimidad, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí'. (Gal 5,22). Y estos son los dones que nos vienen si permanecemos unidos a Jesús. Y como consecuencia una persona que así unida hace tanto bien al prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas actitudes, de hecho se reconoce que uno es cristiano, como de los frutos se reconoce el árbol.
Los frutos de esta unión con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque nosotros somos una unidad de espíritu y cuerpo.

Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más pobres y sufridores, como él lo ha hecho, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.

Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid, y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de este pertenencia común a Cristo y a su Iglesia.
Confiémonos a la intercesión de la Virgen María, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y dar testimonio de manera coherente de nuestra fe, coherencia de vida y de pensamiento, de vida y de fe; conscientes de que todos, de acuerdo a nuestra vocación particular, participamos a la única misión salvadora de Jesucristo, el Señor».  

Oración del Regina Coeli.
Después de la oración el Papa saludó a los peregrinos presentes. Recordó que ayer sábado “en Turín fue proclamado santo el beato Luigi Bodrino, laico consagrado de la Congregación de San José Benedetto Cottolengo, quien dedicó su vida a las personas enfermas y sufridoras, y se dedicó sin detenerse hacia los más pobres, medicando y lavando sus llagas. Agradezcamos al Señor por este humilde y generoso discípulo”.

Envió un saludo especial a la Asociación Meter, en la Jornada de los niños víctimas de la violencia. Les agradezco por el empeño con el que se dedican para prevenir estos crímenes. Todos tenemos que empeñarnos para que cada persona humana, especialmente los niños, sean siempre defendidos y protegidos”.

Saludó también “a todos los peregrinos presentes, que realmente son tantos para nombrar a cada grupo”. Entre ellos nombró a los provenientes de Madrid y Lugo. A las asociaciones y escuelas y a los jóvenes que han recibido o recibirán la Confirmación. 

“A todos les deseo un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mi”. Y concluyó con su conocido: 'Buon pranzo e arrivederci'.

viernes, 1 de mayo de 2015

“Día de la Madre”- Una Madre para todo



1. Para el amor: una madre.
Para el dolor: una madre.
Para crear y cuidar la vida: una madre.
Para la ternura y el regazo: una madre.
Para enjugar las lágrimas: una madre.
Para curar las heridas: una  madre.
Para aguantar la cruz: una madre.
Para acompañar a un  enfermo: una. madre.
Para dar paz al alma: una madre.
Para cuidar a un niño: una madre.
Para engendrar la vida: una madre.
Para la lucha generosa: una madre.
Para proteger la vida: una madre.
Para recibir a quien se alejó: una madre.
Para enseñar a rezar: una madre.
Para amar: los ojos, el corazón y las maños de una madre.
Para descansar: el regazo de una madre.
Para estar donde hace falta, y cuando hace falta: una madre.
Para callar y guardar los secretos del corazón: una madre.
Para aprender a esperar: una madre.
Para estar cuando el alma duele: una madre.
Para buscar al que se perdió: una madre.
Para comprender silencios y palabras: una madre.
Para todo: ahí está la madre.

  1. Danos, Señor, madres como María, tu Madre.
Madres que sepan decir sí a la verdad.
Madres que sepan sorprenderse del fruto de sus entrañas.
Madres que aprendan a ser madres.,
Madres que nos busquen, cuando nos perdemos.
Madres que nos miren, cuando dormimos.
Madres que nos mimen cuando sentimos frío.
Madres que nos dejen ser hijos.
Madres que sepan esperar y confiar
Madres que sepan callar.
Madres que sepan facilitar nuestra libertad.
Madre que sepan callar y  amar siempre, siempre, siempre.
Madres que sepan estar en segundo plano.
Madres que  no se  avergüencen nunca de sus hijos.
Madres que sepan rezar y llorar por  sus hijos.
Madres que sepan decir palabras bonitas, en los momentos difíciles.
Madres que nos enseñen a amar y a amarte.
Madres que nos abran el corazón para vivir con  corazón.
Madres que nos acaricien, para aprender lo que es  el amor.
Madres que no esperen nada de sus hijos,  para que nos enseñen lo que es amar
Sí, Señor, danos madres que sean mujeres santas y fuertes;
que sepan estar como María, al pie la cruz,
al pie de la vida de sus hijos       
                   
  P. Richard